¡Atención a las elecciones regionales! Entre la oposición y la tradición política

Las próximas elecciones regionales en Colombia se perfilan en un contexto de continuidad política, con rostros familiares y discursos que evocan al pasado.

Luis Enrique Santesteban Llano

Antes de adentrarnos en el meollo de este asunto, que son las elecciones de octubre para gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y JAL, es esencial sentar algunas bases críticas. En primer lugar, en las elecciones de 2022, emergieron rostros familiares que mantuvieron una línea de continuidad en sus discursos con respecto a las elecciones de 2018. Federico Gutiérrez personificó esta continuidad de la derecha tradicional y no logró capturar el ansia de cambio que resonaba en la ciudadanía. En el otro extremo, Rodolfo Hernández llegó sorprendentemente a la segunda vuelta al tejer una narrativa engañosa de ser un recién llegado a la política, a pesar de su largo historial como concejal y militante liberal antes de su mandato como alcalde de Bucaramanga.

En la misma línea, Gustavo Petro nunca representó el cambio necesario para el país, ya que ha ocupado cargos públicos desde la década de los 90, consolidando una élite tradicional que se alinea ideológicamente con la izquierda y que ha romantizado la movilización social. Además, su desempeño en la alcaldía de Bogotá dejó en claro su incapacidad para gobernar de manera eficaz. Ahora bien, durante su breve mandato como presidente de Colombia, se ha mantenido la tendencia ideológica y se ha vuelto a poner de manifiesto su falta de habilidad para generar y respetar consensos políticos, lo que afecta gravemente la gobernabilidad del país. En resumen, el cambio en 2022 resultó ser más cosmético que transformador.

En relación a lo anterior, es fundamental destacar que Cambio Radical, a pesar de si discursos cuestionables sobre la corrupción, ha pasado de ser un partido independiente a uno en la oposición que es justificable. Sin embargo, la decisión del partido conservador de transformarse en un partido independiente, después de haber estado en el gobierno, es sorprendente, o mejor dicho, preocupante debido a la posible confusión en términos ideológicos y administrativos. En términos coloquiales, parece que dejaron de lado sus principios ideológicos por el atractivo de la "mermelada" burocrática. Esto nos lleva a plantearnos si existe algún temor a declararse como oposición en un contexto democrático.

Esta pregunta arroja luz sobre la ineficacia y la falta de consolidación de la democracia en Colombia. La sociedad civil apenas está comenzando a comprender, o eso parece, la importancia del debate ideológico en la política práctica. La crisis ministerial y la ruptura de la coalición de gobierno durante el primer año de mandato ofrecieron a la derecha y a las élites regionales la oportunidad de ejercer una oposición democrática y constructiva con el objetivo de contribuir a la construcción del país desde las regiones.

Es importante mencionar que, aunque en algunos departamentos los resultados no serán sorprendentes, también se destacan figuras políticas como María Fernanda Cabal, quien presumiblemente será candidata presidencial para 2026, daría visibilidad a candidatos de la misma línea ideológica. Es bien sabido que familias políticas como los Char en Barranquilla y el Atlántico, los Aguilar en Santander, y Dilian Francisco Toro en Valle del Cauca y Cali, mantienen un control significativo sobre sus respectivas regiones. Por otro lado, ciudades como Cartagena están enfrentando serios desafíos en términos de pobreza estructural, sin un liderazgo político o de la sociedad civil aparente que proponga soluciones plausibles.

En Antioquia, se especula que Federico Gutiérrez podría regresar como alcalde de Medellín, una ciudad cuya problemática social se complica debido a la crisis inmobiliaria causada por la llegada de migrantes estadounidenses y europeos, que ha encarecido los alquileres y la adquisición de viviendas. Además, en Bogotá, la implementación de la segunda vuelta electoral se observa con interés, ya que servirá como un termómetro para las elecciones presidenciales de 2026.

En cuanto a los candidatos que buscan suceder a Claudia López en el Palacio del Liévano, destacan algunas consideraciones clave. En primer lugar, es importante recordar que Bogotá es un terreno de voto de opinión, lo que implica que la dinámica electoral puede cambiar rápidamente tanto a nivel general como en diferentes localidades y barrios.

Hasta la fecha, las encuestas señalan que la verdadera contienda se centra en dos candidatos: Carlos Fernando Galán y Juan Daniel Oviedo. Estos candidatos representan dos visiones políticas que merecen un análisis más profundo en futuras columnas. En términos generales, podemos identificar a Galán como un centrista y a Oviedo como un centro-derechista libertario. Esto refleja, en cierta medida, que Bogotá podría estar expresando su descontento con el gobierno nacional a través de esta elección.

Por otro lado, las candidaturas de Rafael Quintero y Nicolás Ramos, aunque argumentan provenir de la sociedad civil, en la actualidad parecen carecer de visibilidad, siendo más un símbolo que una fuerza real en la contienda. Por su parte, Rodrigo Lara y Diego Molano son candidatos con discursos sólidos, especialmente en lo que respecta a la seguridad, pero enfrentan dificultades para conectar con la ciudadanía de manera efectiva.

Jorge Enrique Robledo, respaldado por Dignidad y Compromiso (aunque mostró desconocimiento sobre el precio de los pasajes de Transmilenio y SITP, lo que revela una cierta desconexión con la ciudadanía), y el excomandante de la policía, Jorge Luis Vargas Valencia, respaldado por Cambio Radical, son figuras visibles y respetadas a nivel nacional. Sin embargo, debido a su enfoque técnico, podrían ser más adecuados para roles de secretaría que para el cargo de alcalde. Los partidos Nuevo Liberalismo y Dignidad y Compromiso tienen la oportunidad y la responsabilidad de articular una agenda programática y pragmática desde el centro político.

Por último, es importante señalar que, desde esta perspectiva, la candidatura de Gustavo Bolívar podría representar un retroceso para la ciudad y una extensión de los problemas de gobernabilidad que actualmente aquejan al país a nivel nacional. Más aun, la candidatura de Gustavo Bolívar en Bogotá plantea preocupaciones debido a su historial confortativo y polarizador, que podría no ser adecuado para abordar los desafíos complejos de la ciudad.

¡Mantengamos nuestros ojos bien abiertos en este emocionante panorama político! Las elecciones regionales en Colombia se enfrentan a un escenario político marcado por la continuidad de rostros familiares y una falta de cambio significativo. La transformación de partidos y la emergencia de líderes como Gustavo Bolívar plantean interrogantes sobre el rumbo del país. Es esencial que los votantes evaluemos cuidadosamente las opciones y consideren si los candidatos están preparados para abordar los desafíos complejos que enfrenta Colombia, evitando liderazgos polarizadores que podrían obstaculizar la gobernabilidad y el progreso. Es esencial que, como sociedad civil, hagamos una permanente veeduría ciudadana tanto a los candidatos a los que apoyemos como a los que les hagamos oposición.