Carta al CEO
El liderazgo en tiempos de crisis
La crisis desvela líderes resilientes; el desafío radica en aprender, adaptarse y replantear propósitos claros.
Martes, Diciembre 5, 2023
Por: Pablo Morales Mosquera; editor de Revista C-Level.
Colombia vive una crisis grave y lo peor es que ni siquiera la reconoce. Esta no es de naturaleza económica, política o social, aunque puede argumentarse que tiene un impacto en todas estas áreas. Se trata del liderazgo.
Las consecuencias de esta realidad no solo afectan la vida diaria de cada ciudadano, sino que comprometen seriamente el futuro, es decir, la vida de nuestros hijos y nietos. Esta crisis de liderazgo es devastadora ya que genera un nivel alto de desconcierto, descontento e incertidumbre entre los ciudadanos. El perfil triunfalista que ostentan algunos sectores en el poder no resuena con la mayoría. Nuestra economía muestra signos de retardo; los esfuerzos de paz se encuentran erráticos, y las políticas públicas parecen dispersas y mal financiadas.
La buena noticia es que las crisis suelen ser también oportunidades para reinventarse y reconstruir. Pero necesitamos líderes que sean capaces de aprovechar estas oportunidades, que puedan mirar más allá de lo inmediato y que sean capaces de construir un camino claro hacia el futuro.
La crisis está produciendo paradojas interesantes. En estos momentos, los verdaderos líderes emergen con fuerza y se encaminan hacia la resiliencia y la adaptabilidad ante panoramas desalentadores.
Lo cierto es que para liderar de manera efectiva en un entorno complejo, los “capitanes del barco” deben aprender primero a gobernarse a sí mismos. Aunque cada uno enfrenta sus propias circunstancias, existen estrategias que potencian su habilidad para aprender, evolucionar y sortear situaciones cada vez más arduas.
Una de aquellas estrategias infalibles, radica en aceptar la incomodidad de no saber. Nuestra cultura profesional nos ha enseñado a buscar la respuesta única, definitiva y correcta, y por eso nos sentimos estresados cuando enfrentamos situaciones inciertas. Sin embargo, en lugar de evitar estos sentimientos, debemos aprender a acoger la incomodidad como una parte natural del proceso de aprendizaje. Como señala Satya Nadella, CEO de Microsoft, los líderes deben migrar de una mentalidad de "saberlo todo" a la de "aprenderlo todo".
Un buen líder aprende a distinguir entre lo complejo y lo complicado. A menudo utilizamos de manera indistinta los términos "complejo" y "complicado", cuando en realidad representan situaciones muy diferentes. Las soluciones a circunstancias complicadas surgen generalmente a través de la consulta con expertos, mientras que los retos complejos requieren ensayo y error, así como la capacidad de actuar, aprender y adaptarse.
Algo genuino, nunca es perfecto. Para liderar es necesario dejar de lado el perfeccionismo. En un entorno complejo, donde el contexto cambia continuamente, apuntar a la perfección es inútil. En vez de eso, es más útil apostar por el progreso y aceptar que los errores y los fracasos son condiciones esperables en el camino.
No todo es simple y las conclusiones no son siempre rápidas. Es tentador simplificar los retos complejos para que parezcan menos intimidantes. Sin embargo, al hacerlo, corremos el riesgo de perder de vista las interdependencias críticas y caer en una falsa sensación de seguridad. Contrario a ello, los líderes deben equilibrar su necesidad de acción con un enfoque disciplinado para comprender el problema central y sus propios sesgos.
Un verdadero líder no es un lobo solitario. Cuando nos enfrentamos a desafíos complejos, nuestra tendencia natural es redoblar los esfuerzos individuales. Pero al hacerlo, podemos perder la visión general de los problemas y sus interdependencias. En estas situaciones, es fundamental buscar activamente consejo y perspectiva desde nuestra red de contactos.
Las personas que lideran a menudo se encuentran atrapados en los retos porque se ven demasiado envueltos en ellos. Sin embargo, es crucial aprender a "alejarse" y obtener una visión más amplia de la situación para poder identificar patrones más grandes, obstáculos inesperados y posibles soluciones.
A pesar de que no podemos controlar el grado de cambio, incertidumbre y complejidad a los que nos enfrentamos, la adopción de estas estrategias puede mejorar nuestra capacidad de aprender continuamente, crecer y navegar eficazmente en la creciente complejidad de nuestro mundo.
Una cultura organizacional con propósito
En el entorno empresarial actual, un propósito corporativo sólido puede impulsar tanto la rentabilidad como la reputación de una empresa. Sin embargo, no basta con solo afirmar un propósito: La clave para activarlo efectivamente radica en la cultura organizacional.
En una cadena de liderazgo, los líderes en todos los niveles deben encarnar y comunicar claramente el propósito de la empresa. Para lograrlo, pueden unir el propósito y el rendimiento, destacar los sacrificios a corto plazo para cumplir con la misión a largo plazo y utilizar el propósito para guiar las decisiones difíciles. Netflix es un ejemplo perfecto de cómo alinear un propósito auténtico con la estrategia y las operaciones.
El entendimiento claro del propósito de la empresa por parte de los empleados es esencial para su implementación efectiva. Para ello, los líderes deben traducir este propósito en las funciones del día a día y fomentar la inclusión y la participación activa de los empleados en la toma de decisiones.
Reconocer y recompensar los comportamientos impulsados por el propósito puede ayudar a arraigar aún más este propósito en la empresa. Patagonia ofrece un gran ejemplo de cómo priorizar el propósito sobre los beneficios inmediatos puede inspirar lealtad entre los empleados. Mientras tanto, Unilever destaca al integrar métricas de sostenibilidad en su política de remuneración y promoción.
Abogar por un enfoque con propósito es un viaje continuo, lleno de complejidades. Sin embargo, si se hace correctamente, puede generar beneficios tangibles, tanto social como ambientalmente, así como un valor a largo plazo para los accionistas. En última instancia, el compromiso con un propósito puede conducir a un mejor posicionamiento en el mercado, una mayor confianza de las partes interesadas y a una colaboración más efectiva.