Mujeres que inspiran

OPINIÓN - Sororidad: ¿Cómo desafiar la cultura del juicio?

Por Alejandra Parra - Fundadora de Jappymind
Martes, Marzo 19, 2024

Tanto hombres como mujeres tienen la misma capacidad de liderar, encaminar y ser ejemplo dentro de las organizaciones. No es cuestión de género. La diferencia entre los dos radica en la cultura del juicio. 

Ver tantas mujeres ocupando los más altos cargos dentro de las empresas es la muestra de que el mundo ha cambiado de mentalidad y que aquellas habilidades de liderazgo vienen de la consciencia personal y de la decisión de querer desarrollarse como ejemplo en el mundo laboral. La brecha es cada vez menor y no es sorpresa ver a tantas líderes siendo ejemplo y orgullo en el mundo entero por decisión y convicción. 

Sin embargo, a veces lo más obvio es lo menos fácil de evidenciar. Si bien el tema no es cuestión de diferenciar entre hombres y mujeres en los cargos directivos y mucho menos seguir resignificando el papel de la mujer en la sociedad; si existe un dolor y un obstáculo que sigue siendo la ‘piedra en el zapato’ dentro del papel de la mujer en la sociedad y por supuesto, en el ámbito laboral:  la falta de sororidad. 

Hoy en día existen cientos de grupos en las redes sociales de solo mujeres: hay foros, espacios físicos y virtuales de mujeres que buscan apoyo entre ellas; hay chats y reuniones para generar un apoyo incondicional de género; pero, aunque en el papel suena maravilloso, en la realidad de esos espacios, hay juicios, ofensas, disputas y controversias de las posturas más personales, y muchas veces, absolutamente radicales. En el papel, el concepto de unir a cientos y miles de mujeres en estos espacios es el ideal, pero cuando falta empatía, falta el apoyo y la comprensión, es cuando se notan las diferencias de género entre hombres y mujeres, en todos los ámbitos de la vida.   

Mientras que los hombres han sido socializados para valorar la fraternidad, enfocándose en la solidaridad y el apoyo mutuo entre ellos, las mujeres hemos enfrentado barreras que han dificultado la formación de vínculos sólidos de sororidad. La competencia exacerbada y los estereotipos de género que nosotras mismas hemos creado, que promueven la división y la comparación entre mujeres, han obstaculizado el desarrollo de relaciones de apoyo y colaboración. 

En el entramado social en el que vivimos, las mujeres frecuentemente nos vemos atrapadas en un ciclo de comparaciones y juicios entre nosotras mismas. Esta dinámica, alimentada por normas culturales y expectativas sociales, no solo perpetúa la competencia internalizada, sino que también obstaculiza la solidaridad femenina. En lugar de celebrar los triunfos laborales o incluso personales de nuestras congéneres, a menudo nos encontramos cayendo en el hábito de comparar nuestros logros con los suyos, como si el éxito de una mujer restara valor al nuestro. Este patrón de comportamiento, arraigado en la inseguridad y la presión para destacar en un mundo que valora la excelencia individual, solo sirve para dividirnos y debilitarnos como colectivo.

Sin embargo, desafiar esta cultura de juicio y competencia entre mujeres es esencial para construir una sociedad más igualitaria y empoderada. Al reconocer y celebrar los logros de nuestras amigas, compañeras de trabajo, conocidas, vecinas o incluso, desconocidas, no solo fortalecemos los lazos de solidaridad y apoyo mutuo entre nosotras, sino que también desafiamos las normas de género restrictivas que nos mantienen divididas. 

Es hora de reconocer que el éxito de una mujer no es una amenaza para el de otra, sino una victoria para todas. Al unirnos en un espíritu de sororidad, podemos superar los obstáculos que enfrentamos y avanzar juntas hacia un futuro más justo y equitativo para todas las mujeres. Es momento de construir entre mujeres lazos basados en la empatía, en la confianza, en la armonía y el apoyo incondicional; es hora de dejar a un lado las comparaciones y enaltecer los logros que como mujeres hemos alcanzado con el paso de los siglos y los años. Es el momento de dejar los juicios de lado y dejar de calificar con adjetivos a las que están abajo nuestro, al lado nuestro o arriba nuestro. 

Al final, la sororidad no es solo un concepto abstracto, sino una fuerza poderosa que puede transformar nuestras vidas y nuestras comunidades. Al desafiar las normas culturales que nos separan y abrazar la solidaridad y el apoyo mutuo, no solo creamos un espacio más inclusivo y empoderado para las mujeres, sino que también sentamos las bases para un cambio social duradero. La sororidad es la cereza que le falta al pastel para aseverar que entre hombres y mujeres no hay más brechas ni diferencias, sobre todo, en el ámbito laboral.
 

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