De la Independencia a la polarización: La sociedad civil en Colombia

La sociedad civil en Colombia enfrenta desafíos de polarización entre uribismo y petrismo, fragmentando su cohesión y desviando la atención de problemas estructurales.

Luis Enrique Santesteban Llano

Siendo 19 de julio de 2024, mientras redacto esta columna en homenaje a la próxima fecha patria, quiero reflexionar sobre la sociedad civil y el populismo en Colombia. Recordemos un acontecimiento de hace 214 años (para los que no les gustan las matemáticas, el 20 de julio de 1810). La revuelta del Florero de Llorente de 1810 ejemplifica la capacidad de la sociedad civil colombiana para organizarse y movilizarse.

Este incidente, aparentemente trivial, fue utilizado estratégicamente por los criollos para incitar la revuelta contra la ocupación napoleónica del Imperio Español, como una acción colectiva para la formación de una junta de gobierno independiente en Bogotá. Este hecho marcó el inicio del proceso autonomista frente a la burocracia en Madrid, que resultó en la inevitable independencia de Colombia, especialmente tras las barbaries cometidas por Pablo Murillo, quien tras el restablecimiento de la Monarquía Española, fue enviado a pacificar (o fusilar) a quienes crearon juntas de gobiernos autónomos de Madrid. Cabe recordar que las juntas americanas buscaban inicialmente derrocar a los respectivos virreyes y mantener la lealtad al rey español, que fue derrocado por Napoleón. A pesar de no haber una organización territorial consolidada, tras la masacre llevada a cabo por Murillo, se desató la guerra total de independencia, resultando en la independencia política de la Hispanoamérica territorial.

Esta movilización popular resalta la importancia de la sociedad civil en la creación de un nuevo orden político y en la lucha por derechos y autonomía. Sin embargo, esta historia no escapa a las interpretaciones dialécticas y políticas bajo los diferentes y complejos paradigmas de derecha e izquierda.

La lucha política en Colombia: Uribismo y Petrismo, dos caras del mismo populismo

El uribismo y el petrismo representan dos proyectos políticos opuestos en Colombia, pero se les compara erróneamente como movimientos extremistas y populistas. El uribismo se basa en un discurso conservador que promueve orden, seguridad, legalidad y emprendimiento. Recibe un apoyo desproporcionado de los estratos altos, prometiendo seguridad y orden. No obstante, hay personas de los estratos 4 a 6 con conciencia social que critican el uribismo y apoyan al verdadero centrismo liberal, la centro-izquierda liberal o incluso el movimiento libertario.

Por otro lado, el petrismo articula un populismo socialdemócrata, alegando proteger a las minorías, aunque con una gestión ambigua ante la opinión pública. Se legitima como un movimiento que representa la voluntad popular contra una élite corrupta, a pesar de estar involucrado en actos de corrupción. Combina conceptos populistas con valores de la socialdemocracia, como justicia social, igualdad y trabajo.

La polarización política entre el uribismo y el petrismo refleja la profunda desigualdad social en Colombia. Lejos de ser una aberración, esta polarización es producto de la normalización del proceso político colombiano una vez que el conflicto armado pierde centralidad. En lugar de denunciarla, debemos protegerla y garantizar que se desarrolle de manera pacífica y transparente.

Reducir el populismo a demagogia y autoritarismo es incorrecto porque ignora la diversidad y especificidad histórica de los movimientos populistas, que buscan la integración de grupos marginalizados. Tanto el uribismo como el petrismo en Colombia reflejan elementos de populismo: el uribismo promete orden y seguridad a las clases altas y medias altas, mientras el petrismo apela a la justicia social y la representación de sectores excluidos. Ambos utilizan discursos que enfrentan a una élite corrupta contra un pueblo honesto y legitiman su autoridad en la voluntad popular, lo que los convierte en formas distintas pero equivalentes de populismo.

La sociedad civil en Colombia se encuentra fragmentada y debilitada, en gran parte debido al populismo promovido tanto por el uribismo como por el petrismo. Aunque estos movimientos políticos se presentan como opuestos, ambos recurren a estrategias similares, enfrentando a un pueblo honesto contra una élite corrupta. Esta dinámica dispersa a la sociedad civil, atrapada en una competencia política que perpetúa la polarización y la desconfianza. La búsqueda de legitimidad mediante promesas populistas desvía la atención de problemas estructurales como la desigualdad y la pobreza, dificultando la capacidad de las organizaciones sociales para influir significativamente en el ámbito político. En este contexto, la sociedad civil se convierte en un campo de batalla donde uribismo y petrismo buscan consolidar el poder, dejando de lado la construcción de una cultura política inclusiva y participativa que represente las necesidades de todos los colombianos. Y la ironía de todo es que los sectores políticos apelan a que ellos pueden unir cuando en realidad la unión social de la ciudadanía es espontánea.

¿Qué quiero decir con esto?

Mi intención es resaltar la importancia de la sociedad civil en Colombia, tanto en el pasado como en el presente, destacando su papel crucial en la búsqueda de autonomía y libertad. Usando el ejemplo del incidente del Florero de Llorente, quiero demostrar cómo un evento que a primera vista puede parecer trivial puede tener un profundo impacto histórico cuando la sociedad civil se une y actúa colectivamente.

Además, deseo llamar la atención sobre los efectos negativos del populismo en la política colombiana actual. La polarización entre uribismo y petrismo, ambos con tintes populistas, no solo perpetúa la desigualdad y la desconfianza, sino que también debilita a la sociedad civil al dispersar sus esfuerzos y desviar la atención de problemas estructurales críticos como la pobreza. Es esencial que la sociedad civil mantenga su cohesión y enfoque en promover una cultura política inclusiva y participativa que efectivamente aborde estos problemas y represente las necesidades de todos los colombianos.

De manera enfática o posiblemente redundante, el Florero de Llorente ilustra cómo la sociedad civil fue fundamental para la independencia de Colombia, mientras que la actual polarización entre uribismo y petrismo, ambos populistas, debilita esa capacidad histórica y perpetúa la desigualdad.

Consideraciones finales

La movilización popular actual en Colombia enfrenta desafíos diferentes. Aunque sigue siendo un medio importante para expresar demandas sociales y políticas, la polarización entre movimientos como el uribismo y el petrismo ha fragmentado la sociedad civil, debilitando su efectividad. Las luchas contemporáneas a menudo se ven atrapadas en un ciclo de desconfianza y competencia política, lo que desvía la atención de problemas estructurales como la desigualdad y la pobreza, limitando así las consecuencias positivas de la movilización. Por lo tanto, mientras que la movilización de 1810 fue un catalizador de cambio y autonomía, la actual lucha popular enfrenta la dificultad de traducir su energía en transformaciones efectivas y sostenibles en el contexto político colombiano.

El 20 de julio de 1810, el "Florero de Llorente" desató la revuelta que inició la independencia de Colombia, mostrando el poder de la sociedad civil para provocar cambios históricos. En estas fechas, mientras inicia una nueva legislatura y se aproxima la culminación del 2º año de presidencia petrista, la sociedad civil sigue siendo crucial, pero enfrenta desafíos. La polarización entre uribismo y petrismo, reitero que ambos similarmente populistas, fragmenta la cohesión social y desvía la atención de problemas como la pobreza y la desigualdad. Ambos movimientos, aunque opuestos, utilizan una retórica que enfrenta a una élite corrupta con un pueblo honesto, debilitando la capacidad de la sociedad civil para abordar estos problemas. Es vital que se mantenga unida y promueva una política inclusiva y participativa para lograr cambios efectivos.