¿Debilidad o consciencia? El dilema de liderar desde el amor
Y sí, hablar de amor en la oficina es poderoso, transformador y representa una cultura corporativa emocionalmente inteligente.
Jueves, Marzo 7, 2024
La virtud de liderar desde la compasión, la bondad y la empatía puede ser una poderosa herramienta catalizadora para el éxito y la sostenibilidad de las organizaciones. Entonces, ¿Por qué estas emociones se confunden con debilidad y por qué la vulnerabilidad es cuestionada en el liderazgo consciente?
Seguir escuchando la frase “el mundo laboral es una jungla: solo gana el más fuerte”, es un claro reflejo de que falta concientizar en las organizaciones sobre la emoción más importante de todas: el amor. Y si, hablar de amor en la oficina es poderoso, transformador y representa una cultura corporativa emocionalmente inteligente.
Quizás leyendo esto, algunos pensarán y traerán a su mente el romanticismo utópico del que se habla en los talleres y charlas inspiradoras de liderazgo consciente y desarrollo emocional; en los que por encima de todo, se recalca la importancia de la comunicación consciente o la responsabilidad emocional, o algunos en los que los famosos 4 acuerdos Toltecas de Don Miguel Ruiz son el fundamento del desarrollo emocional, e incluso, espacios en los que el maravilloso compromiso que hacen los equipos de vibrar en una misma energía colaborativa y basada en la comprensión, la empatía y la compasión hacia sí mismos y hacía los otros, es la conclusión y gran enseñanza.
Y aunque suene esto a crítica, está lejos de serlo: la realidad es que la semilla que se siembra en estos espacios es fundamental para transformar las organizaciones desde los equipos de liderazgo, hasta el resto de la organización; el problema real es que la semilla se queda en eso, en semilla, y muchas veces, por no decir casi siempre, se termina muriendo porque no hay voluntad, compromiso y consciencia para que la semilla crezca y de frutos.
La realidad es que las creencias limitantes, las ideas culturales sobre liderar desde la fuerza y la lógica de la competencia a ultranza que obliga a triunfar y alcanzar el éxito, alejan cada vez más la idea de liderar desde la empatía, de trabajar desde la compasión y de formar equipos con bases bondadosas.
Es preciso aclarar que generalizar es un error; y si bien es cierto que el perfil del líder de hoy tiene una consciencia más abierta y emocionalmente inteligente, el mundo laboral sigue viéndose como esa jungla competitiva, agresiva y poco empática, en el que sencillamente: ¡Gana el más fuerte! pero ¿quién o cómo es el perfil de ‘el más fuerte’?
Alguna vez, en una clase de pregrado de Mindfulness de una universidad, abordamos este tema y las respuestas fueron sorprendentes. Algunos estudiantes aseguraban que un líder sin voz no es un buen líder, y voz refiriéndose a volumen, entonación y un poco, incluso de intimidación; más allá del mensaje. Otros, por su parte, apoyaban la idea de que para crecer hay que competir, y para competir hay que sobresalir éticamente; pero sobresalir representa pasar por encima de otros y dejarlos “atrás”, sin importar el contexto, la historia o incluso, la experiencia.
Pero lo más interesante de este ‘sondeo’ por llamarlo de alguna manera, fue preguntar por la empatía, la bondad y la compasión dentro de los roles de liderazgo. ¿Es bueno o malo? Y aunque no era un tema de dualidad o de ponerle adjetivos, si fue un tema controversial. “Ser bondadoso puede mostrar debilidad”, “Se puede ser empático y preguntar cómo está el otro, pero nunca dejar las responsabilidades por abordar las emociones”. “¿Bondad en el trabajo? ¿qué es ser bondadoso?”.
El historiador griego Tucídides decía: “la mayoría de los hombres prefieren que los llamen listos por ser canallas, a que los consideren necios siendo honrados. De esto último se avergonzarán, de lo otro, se enorgullecerán”. Ser bondadoso, ser empático y abordar el liderazgo desde la bondad y el amor asusta: sencillamente porque abre el camino hacia la vulnerabilidad.
Pero la realidad es que vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad; al contrario, puede ser incluso un complemento de la valentía. Y ser valiente implica actuar incluso cuando se experimenta temor o incertidumbre, y estar dispuesto a arriesgarse por lo que se considera correcto, justo o importante. Ser valiente no significa ausencia de miedo, sino más bien la capacidad de superarlo y seguir adelante a pesar de él, desde la intuición: ¿y qué es la intuición? Al final, es solo la voz del corazón.
Por eso, liderar desde el corazón, el amor propio y desde el amor hacia los demás es lo que permite conexiones sólidas y sostenibles. Es cultivar un ambiente en el que las relaciones laborales están fundamentadas en la comprensión, el respeto y el apoyo mutuo. Implica actuar con empatía, generosidad y preocupación genuina por el bienestar y el desarrollo personal y profesional de los colaboradores. Esta perspectiva reconoce el valor de las conexiones humanas en el éxito organizacional y fomenta un clima de confianza, colaboración y cuidado dentro de la empresa.
Es momento de entender que el liderazgo ha cambiado y seguirá cambiando. Los vínculos emocionales son protagonistas dentro del éxito de un equipo de trabajo y por supuesto, dentro de una compañía completa.
La realidad es que el mundo laboral no es una jungla, no es un mundo hostil ni mucho menos, el más fuerte es quien tiende a ganar: el mundo laboral es una red interconectada de relaciones humanas donde la empatía, la colaboración y el apoyo mutuo son los pilares fundamentales para alcanzar el éxito colectivo y el crecimiento sostenible.
Es en este entorno de interdependencia y solidaridad donde florecen las mejores ideas, se fomenta la creatividad y se impulsa la innovación. En lugar de competir ferozmente unos contra otros, es momento de reconocer que el potencial individual se maximiza cuando hay apoyo y fortalecimiento mutuo. Por lo tanto, es hora de abrazar una nueva visión del mundo laboral, donde el liderazgo se construya sobre la base del entendimiento emocional y la conexión humana, donde todos puedan prosperar y contribuir al éxito común.
Es momento de abrazar la colaboración, la compasión y el respeto en cada aspecto de la vida profesional, transformando así el mundo laboral en un espacio más humano, inclusivo y gratificante para todos. Ya no es el mundo del más fuerte, es el del más consciente.