La comodidad del “no se puede”

El “no se puede” acompañado de un “pero podemos hacer esto o aquello” es la respuesta que muchos gerentes y directores están esperando de parte de sus equipos.
Rodrigo Lupercio Llano

Rodrigo Lupercio Riaño Pineda

Director de Talento Humano / Superintendencia de Sociedades

El humano como especie ha logrado su salto evolutivo en parte gracias a lo que Harari denomina la revolución cognitiva. Dicho proceso fue lo que permitió a nuestros antepasados adquirir habilidades cognitivas avanzadas que poco a poco han facilitado que hoy tengamos la posibilidad de dominar el planeta.

Es importante anotar que dicho avance en materia evolutiva se logró gracias a la búsqueda permanente de los individuos de la especie por ir más allá, por explorar cada día más un poco más de su entorno, por conocer e interactuar con otros y por lograr el control de su ambiente.
Es decir, el movimiento, la acción y el dinamismo fueron los elementos que facilitaron la aparición de capacidades cognitivas como la planificación a largo plazo, la capacidad de organizar nuestra conducta para alcanzar nuevas metas, la posibilidad de monitorear nuestro comportamiento y por su puesto la habilidad para corregir y enderezar el camino cuando esto se hace necesario.

Sin embargo, unos 300.000 mil años después, en los entornos organizacionales se puede encontrar una situación que es contraria a aquello que facilitó nuestro avance como especie, una suerte de barrera que puede ser la semilla del bloqueo del crecimiento, la transformación y el cambio. Me estoy refiriendo a una respuesta automática, a una expresión que tiene su origen en el Sistema de Pensamiento 1 descrito por Kahneman, que no requiere esfuerzo consciente y que está soportado en experiencias y emociones. Les estoy hablando del “no se puede”

Sin duda, el “no se puede” ha estado presente a lo largo de la evolución de la humanidad, pero quizá ahora, en esta época que estamos viviendo, donde desayunamos y cenamos innovación, el “no se puede” puede generar una mayor molestia e incluso extrañeza entre los líderes de equipo o los responsables de procesos de transformación al interior de empresas u otro tipo de organizaciones.

Por supuesto, es importante destacar que el deber ser debe primar sobre la acción, por lo tanto, el imperio de la Ley muchas veces es la razón por la cual no se puede realizar un cambio o ajuste al interior de una compañía o entidad. Esto quizá es muy común en entidades públicas o en instituciones que rigen su funcionamiento a partir de un marco jurídico. Pero, estoy seguro de que a nuestros antepasados las leyes de la naturaleza muchas veces los limitaron, y siempre surgió entre ellos una alternativa.

El “no se puede” acompañado de un “pero podemos hacer esto o aquello” es la respuesta que muchos gerentes y directores están esperando de parte de sus equipos. No obstante, la comodidad que brinda el “no se puede” desde una visión de economía conductual, va a generar un ahorro de conducta y como sistemas vivientes hay una fuerza motivacional que es contraria al dinamismo y que busca el ahorro de energía vital.

Esto quiere decir que el “no se puede” genera una recompensa biológica en la medida que evito pensar y actuar, facilitando el ahorro de glucosa y oxígeno. Desde allí se entiende que esta actitud sea tan frecuente, adicionalmente porque genera una tranquilidad psicológica que comúnmente se define como zona de confort.

En el pasado, los primeros homínidos también consideraron que no se podía salir a cazar durante ciertas situaciones, sin embargo, quienes asumieron el riesgo de desafiar la naturaleza e incluso quienes se enfrentaron de alguna manera a la megafauna fueron los que sobrevivieron.

En el contexto de las organizaciones puede pasar igual, las empresas que sobreviven, que realmente se transforman están compuestas en gran parte por equipos que asumen retos y que aceptan el desafío de pensar. Sin duda, la actividad cognitiva implica un gasto biológico, pero siempre traerá recompensas más grandes, como por ejemplo el crecimiento económico, el salvamento de empresas y la riqueza de un país.

Entonces una misión de las universidades corporativas o de las unidades de formación y capacitación de las organizaciones debe ser el estimular a través de sus programas lo que Kahneman definió como Sistema de Pensamiento 2, o sistema de pensamiento lento. Aunque parezca extraño o exagerado, una tarea de los líderes de los corporativos es ayudar que nunca se deje de pensar al interior de sus equipos de trabajo, porque, lo creamos o no podemos estar conviviendo entre personas que funcionan la mayor parte del tiempo bajo un sistema de pensamiento rápido y automático que se confían demasiado en su trayectoria y experiencia.

La invitación es entonces a no dejar de pensar, a continuar creando y transformando nuestro entorno, para garantizar no solo nuestro propio desarrollo personal, sino también para propender por la evolución del talento humano y hacernos más competitivos para sobrevivir en el mundo empresarial.