Meditar en las empresas no es una “pérdida de tiempo”

¿Cuándo llegará el día en que, en el mundo corporativo, las palabras meditación o ‘mindfulness’ dejarán de sonar a "pérdida de tiempo" y pasarán a ser un tema fundamental dentro de la cultura de las organizaciones?
Alejandra Parra, fundadora de Jappymind

Alejandra Parra

Fundadora de Jappymind

Imaginemos una empresa ideal en términos de bienestar, tomando como modelo el norte de California. En lugar de inundar a los trabajadores con litros de café o bebidas energizantes para activar mente y cuerpo, se ofrecen sesiones de meditación y mindfulness para revitalizar el cerebro. 

Los pasillos resuenan con conversaciones sobre neuro-plasticidad y entrenamiento mental, para abordar los desafíos creativos y mejorar la eficiencia en los procesos. Las salas de bienestar son oasis de calma, donde se busca respuestas y se prioriza la gestión emocional, en un ambiente de silencio y consciencia en la respiración. En este contexto, respirar; expresar emociones; meditar y cuidar tanto el cuerpo como la mente; son prácticas y temas tan comunes en las salas de juntas; como discutir sobre resultados, eficiencia y logros.

Lejos de este mundo ideal, está lo que ocurre hoy en día en las organizaciones. La innegable realidad es que cada vez más personas conocen sobre la meditación o buscan diversas herramientas de bienestar, influenciados por celebridades que lo practican; o quizás, motivados por experiencias compartidas en redes sociales y frases inspiradoras de los libros de Deepak Chopra o Joe Dispenza. 

Sin embargo, a pesar de que el tema está cada vez más de moda en la esfera personal, dentro del ámbito laboral hay fuertes resistencias frente al concepto de poner en práctica cualquier tipo de herramienta que deje al descubierto la vulnerabilidad emocional y la consciencia del autocuidado. 

La reiterada frase de “no tengo tiempo para esto” es la muestra de la resistencia más grande, sobre todo, en los cargos directivos. Hace varios años se publicó en el Harvard Business Review un artículo que en su momento causó conmoción. El título era algo como: “Entre más ocupado sea, mayores tiempos de silencio y desconexión debe tener”. Es decir, ¿Entre más trabajo, más responsabilidades, más carga laboral; más tiempo de silencio y desconexión externa y mayor conexión interior? ¿a qué hora se ejecuta todo lo que hay que hacer, si es prioridad sacar tiempo para respirar y gestionarse emocional y mentalmente? Dentro de las prioridades de un “trabajador”, sea cual sea su cargo, es muy extraño encontrar que la prioridad #1 sea el cuidado de la mente y el cuerpo. 

Lo irónico en esto, es que, para poder trabajar, ser eficiente, responder antes las responsabilidades y dar resultados lo único que se necesita es la mente. Y como el cuerpo, la mente también se enferma, entonces, ¿por qué negarse a la posibilidad de integrar prácticas que fortalezcan la salud y el bienestar dentro de las organizaciones, con la excusa de “no tengo tiempo”? 

El ‘ejemplo’ es un criterio fundamental en este proceso. La teoría psicológica del aprendizaje social desempeña un papel central en el ámbito empresarial. Al igual que la relación entre un padre o una madre y su hijo, la relación entre un jefe o líder y su equipo se asemeja, en términos de conductas, comportamientos y creencias. ¿Qué pasa cuando se promueven espacios de bienestar (sea cual sea la actividad) y los directivos de la empresa no asisten? Es más, ni los mismos que contratan estos espacios, llámese área de bienestar o de personas, se toman el tiempo de participar. 

Y esto, no se trata solamente de abrir salas de bienestar o de silencio en las oficinas, o hacer talleres cada cierto tiempo para hablar de autocuidado; si, además, no hay una cultura organizacional que respalde realmente el concepto de “time out” o “tiempo fuera” para respirar y gestionar las emociones. No se trata de decir que la empresa es “consciente” del bienestar de sus colaboradores, si desde las áreas directivas, en la estructura organizacional, no hay ni siquiera tiempo para tomarse un respiro y responder antes de reaccionar ante una crisis. No se trata de hablar de bienestar y de cuidado de los equipos, si “estrés” es la palabra más utilizada. 

¡No! Se trata de entender que lo más importante dentro de las organizaciones son en efecto las personas, y que la mente de las personas, es el motor para que una organización funcione. Cuidar la mente es incluso más importante que dar un resultado. 

Es hora de desafiar el ‘status quo’, las excusas de falta de tiempo y reconocer que la meditación y el mindfulness no son simples modas pasajeras que deben quedar en el ámbito personal únicamente; sino herramientas poderosas que pueden transformar la manera en que operan las organizaciones.

Al adoptar una cultura que fomente la atención plena y la conexión interna, las organizaciones pueden experimentar un aumento en la satisfacción y el compromiso de los empleados, una disminución en el estrés y el agotamiento, y una mejora en la creatividad y la toma de decisiones. Además, al reconocer y apoyar la salud mental y emocional de sus trabajadores, las empresas pueden construir entornos más inclusivos y resilientes.

Entonces, ¿cuándo llegará ese día en que la meditación y el mindfulness sean parte integral de la vida corporativa? Eso depende de cada líder, del ejemplo y, sobre todo, de la voluntad de desafiar las normas establecidas y de abogar por un cambio positivo en las organizaciones. Es hora de dejar de ver estas prácticas como algo opcional y empezar a reconocer su verdadero valor en la creación de entornos laborales más saludables y equilibrados. 

No más excusas frente al tiempo, no más líderes que aboguen a excusarse en sus apretadas agendas.  El momento para la transformación es ahora y empieza por una decisión de autocuidado consciente, más allá de las excusas banales.