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Remesas en Colombia: una dependencia creciente que plantea desafíos para la sostenibilidad económica

El flujo de remesas, aunque vital para la economía de muchas regiones, no puede ser la única tabla de salvación ante un panorama financiero incierto y fluctuante.
Martes, Agosto 27, 2024

Por: Pablo Morales Mosquera, editor adjunto Revista C-Level.

La reciente cifra que indica que la recepción de remesas en Colombia superó los US$6.000 millones entre enero y julio de 2024 es una muestra clara de la creciente relevancia de estas transferencias en la economía nacional. Este aumento, aunque moderado en comparación con el año anterior, se sitúa en un contexto de recuperación económica en los países emisores y de un incremento en la emigración de colombianos, como lo señaló el Banco de Bogotá en su informe.

Este flujo constante y en aumento de remesas, que alcanzó los US$1.006,4 millones solo en julio, se ha consolidado como un pilar esencial para la economía colombiana, especialmente en regiones donde la dependencia de estos recursos es considerable, como el Eje Cafetero y el Valle del Cauca. Las remesas no solo representan una fuente crucial de ingresos para los hogares, sino que también desempeñan un papel significativo en impulsar el consumo interno, contribuyendo así a la reactivación económica post-pandemia.

Sin embargo, esta creciente dependencia de las remesas suscita interrogantes sobre la sostenibilidad a largo plazo de este fenómeno. Aunque han sido fundamentales para mitigar el impacto de la reducción en otras fuentes de ingresos externos, como la inversión extranjera directa (IED), que registró una disminución del 11,9% en el primer trimestre, las remesas no pueden ser vistas como una solución permanente al déficit externo del país. Tal como lo subraya Anif, su contribución en contrarrestar la merma de otros ingresos internacionales es relevante, pero insuficiente para sostener la estabilidad macroeconómica a largo plazo.

Además, la excesiva dependencia de las remesas puede tener efectos adversos a nivel social y económico. En primer lugar, fomenta la emigración, lo que podría generar una fuga de capital humano en el país. En segundo lugar, las remesas, aunque significativas, son volátiles y dependen de factores externos como la estabilidad económica de los países emisores y las políticas migratorias, lo que introduce un riesgo considerable a la economía nacional.

La posibilidad de cerrar el año 2024 con más de US$10.000 millones en remesas, según varios analistas, refleja una tendencia favorable que podría contribuir a la reactivación económica. No obstante, depender en exceso de estas transferencias como motor económico podría resultar peligroso. La volatilidad de los flujos migratorios y las condiciones económicas en los países emisores de remesas son variables que podrían cambiar drásticamente, poniendo en riesgo la estabilidad financiera de muchas familias y, por ende, de la economía colombiana.

Es fundamental que, además de aprovechar estos recursos, el país trabaje en fortalecer otras fuentes de ingresos y en crear un entorno más propicio para la inversión extranjera. La confianza de los inversionistas y la diversificación económica deben ser prioridades para asegurar que Colombia no solo dependa de las remesas, sino que construya una economía más resiliente y autosuficiente.

Finalmente, aunque las remesas siguen siendo una tabla de salvación para muchas familias y una fuente significativa de divisas, es vital no perder de vista la necesidad de una estrategia económica más amplia y robusta. Las remesas no deben ser vistas como la única solución para los desafíos económicos del país, sino como una pieza más dentro de un rompecabezas mucho más complejo.