Carta al CEO

Rumbo al 2024: América Latina, el Caribe y la audaz carrera hacia la prosperidad

A pesar de la incertidumbre y vulnerabilidades, la implementación efectiva de nuevas agendas de inversión, políticas educativas sólidas, y estrategias equitativas podría marcar el comienzo de una nueva era de prosperidad en la región.
Martes, Diciembre 26, 2023

 

Por: Pablo Morales Mosquera; editor de Revista C-Level.

América Latina y el Caribe están en una encrucijada. A pesar de ser una región rica en recursos naturales y humanos y con potencial para liderar en sectores como salud, agroindustria, turismo sostenible y energías renovables, el progreso ha resultado esquivo para muchos. Según el informe anual "Perspectivas Económicas de América Latina 2023", producido por la CEPAL, la OCDE, la CAF y la Comisión Europea, la región necesita desesperadamente una nueva agenda de inversiones.

Los desafíos son monumentales. Aunque la inversión extranjera directa global se contrajo en un 24% en 2022, América Latina y el Caribe vieron un aumento sorpresivo de 55%. Aun así, la inversión total sigue siendo puntualmente baja, indicando obstáculos estructurales que dificultan la aceleración del desarrollo.

Ahora bien, la OCDE deposita un voto de esperanza en América Latina con la previsión de un crecimiento entre 2% y 3% para el período 2024-2025. Sin embargo, este informe, casi como la economía global, viene teñido de una delicada incertidumbre y un abanico de vulnerabilidades, que ponen en tela de juicio este ansiado crecimiento.

El informe destaca condiciones económicas divergentes en la región. Destaca la fortaleza de Brasil, México y Costa Rica en contraposición con la desaceleración de economías como la colombiana y la chilena. Además, resalta la debilidad de economías relevantes como la peruana y argentina. Todo ello alimenta la idea de un crecimiento heterogéneo que conspira contra la cohesión de la región en términos económicos.

A pesar de ello, la OCDE manifiesta que se espera cierta convergencia en el período 2024-2025, donde la mayoría de estas economías tendrían un crecimiento del PIB del orden de 2-3%. Al parecer, el vaso está a medio llenar más que a medio vaciar.

Para superar estos desafíos, necesitamos forjar un nuevo camino. La "nueva agenda de inversiones" propuesta es un paso en la dirección correcta. No se trata solo de promover la inversión, sino de hacerlo de manera inteligente. Se trata de mejorar el clima de negocios, incentivar a sectores estratégicos y potencializar las infraestructuras básicas. Se trata de un enfoque integral en el desarrollo.

Pero, por supuesto, una estrategia por sí sola no será suficiente. También necesitamos políticas que apoyen la transformación productiva y el mejoramiento del capital humano, así como fomentar la colaboración entre los sectores público y privado. Los bancos de desarrollo regionales deberían jugar un papel preponderante en apoyar a las pequeñas y medianas empresas. Las nuevas inversiones deben buscar la creación de empleos formales y propiciar la igualdad de género.

Además, en medio del optimismo que estas iniciativas pueden generar, es crucial abordar la cuestión de la protección social y las políticas de educación y capacitación. El crecimiento y la inversión deben ir acompañados de estrategias para reducir la desigualdad, aumentar el acceso a la educación y mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Las proyecciones económicas para la región hasta 2024 sugieren un potencial de mejora. Pero solo a través de una renovada agenda de inversiones, con enfoque en áreas estratégicas y acompañada de políticas sociales y educativas sólidas, podremos aprovechar al máximo este potencial de crecimiento.

América Latina y el Caribe enfrentan un periodo crucial de desafíos y oportunidades. Con una visión común y un compromiso firme con el progreso, estoy seguro de que podemos forjar un futuro mejor. No hay tiempo que perder. El futuro de la región depende de lo que hagamos hoy.

Las proyecciones son solo eso, proyecciones. Ahora depende de nosotros hacerlas realidad para que beneficien a todos los habitantes de nuestra región. Este es nuestro desafío y oportunidad en el horizonte del 2024.

Las predicciones de la OCDE para 2023-2025 ofrecen un vislumbre de optimismo para América Latina, pero con suficiente incertidumbre y un glosario de riesgos en ciernes. Para poder capitalizar ese crecimiento esperado, necesitamos poner manos a la obra y mirar el futuro con audacia y realismo. El tiempo dirá si estas proyecciones, y con ellas nuestros propios deseos, se cumplen.

2024: Una oportunidad para acelerar la economía colombiana sin deslizamientos fiscales

Si bien la economía colombiana ha demostrado una suerte de resiliencia ante la tormenta ocasionada por la pandemia, una vez pasada la contracción de 2020 y la recuperación de 2021 y 2022, todavía hay desafíos grandes a superar. El año 2024 debería marcar el inicio de una fase de mayor crecimiento, siempre que se evite debilitar la institucionalidad fiscal.

Las proyecciones actuales indican que la economía colombiana crecería a 2% real en 2024. Este panorama es posible gracias a un crecimiento superior a 4% en el sector de la administración pública, mientras que la agricultura, la industria y el comercio se expandieran a tasas entre 0.5% y 1.5%. Sin embargo, una tasa de desempleo que se mantendrá por encima de 10.5% en promedio en 2024 muestra que no todos los sectores se recuperarán al mismo ritmo.

A su vez, la inflación cerraría cerca de 5.5% en diciembre de 2024, para alcanzar el rango meta del Banco de la República a mediados de 2025. Factores como un evento de El Niño más acentuado o un mayor efecto de la indexación por el incremento del salario mínimo en diciembre de 2023, podrían presionar al alza estas proyecciones.

En el frente fiscal, los déficits gemelos —externo y fiscal— se mantendrían cerca de la corrección lograda este año. No obstante, la propuesta de “colorear” la regla fiscal traen estabilidad, especialmente en el contexto actual con un nivel de la prima de riesgo país elevado. Si bien el objetivo de este gasto "verde" es viable debido a su connotación ambiental, las consecuencias de hacerle perforaciones a la regla pueden resultar perjudiciales para nuestra reputación crediticia y la perspectiva de quienes financian el país.

Así, el año entrante presenta una oportunidad para solidificar las bases de un crecimiento a largo plazo. Para lograrlo, es importante mantener el enfoque en el ajuste de los déficits y en evitar debilitar la institucionalidad fiscal. Con un manejo cuidadoso, el año 2024 puede marcar el inicio de una fase de crecimiento económico importante, apoyado en menores tasas de interés y una inflación encauzada hacia su meta de largo plazo.

Para 2024 será necesario entonces…

Las proyecciones económicas para América Latina y el Caribe presentan un panorama de crecimiento moderado pero sumido en incertidumbre y vulnerabilidades. La convergencia y estabilidad económica de la región en el período 2024-2025 dependerá en gran medida de nuestra capacidad para adaptarnos a condiciones cambiantes, implementar políticas de desarrollo efectivas e innovadoras, y promover la educación y la equidad social. Los factores externos y los riesgos asociados a la inestabilidad mundial y al cambio climático añaden retos adicionales a un panorama ya complejo.

Para la economía colombiana en particular, el año 2024 representa una oportunidad para consolidar un crecimiento sostenible a largo plazo, pero requiere un enfoque cuidadoso en el ajuste de los déficits y en la preservación de la institucionalidad fiscal. En última instancia, el éxito regional, así como el colombiano específicamente, pasarán por nuestra habilidad para enfrentar eficazmente estos desafíos con audacia y realismo, trabajando juntos para forjar un futuro más estable y próspero.