Colombia no puede ceder ante la violencia política

El atentado contra Miguel Uribe es un ataque a la democracia. Colombia debe rechazar la violencia política y proteger su institucionalidad.

Luis Enrique Santesteban Llano

La democracia es el fundamento principal de nuestra nación. Colombia no puede ser cobarde; debe levantarse contra los violentos. Como ciudadanos, debemos proteger nuestra institucionalidad y respaldar tanto a los senadores, jueces y fiscales como a todos los líderes políticos, sin distinción de ideología. No más violencia política.

El reciente atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, quien fue herido de gravedad durante un evento público en Bogotá, es un golpe directo no solo a la integridad de un líder político, sino a la democracia misma y a la libertad de pensamiento en Colombia. Este acto atroz, que evoca épocas sombrías de nuestra historia, pone en evidencia la fragilidad de nuestro sistema democrático y la urgencia de rechazar la violencia como método de disputa política.

No podemos permitir que el miedo y la intimidación se conviertan en las herramientas para dirimir diferencias políticas. La violencia política no solo amenaza la vida de quienes se atreven a participar en el debate público, sino que también socava la confianza ciudadana en las instituciones y en la posibilidad de construir consensos dentro del marco de la ley. Como lo han señalado diversos editoriales, la salida a los desacuerdos debe ser siempre institucional, nunca violenta. Incluso en medio de tensiones y desacuerdos profundos, las reglas del juego democrático y el respeto al equilibrio de poderes son el único camino legítimo para resolver disputas.

El ataque a Uribe Turbay ocurre en un contexto de alta polarización y desconfianza, donde la retórica incendiaria y la tentación de saltarse las instituciones amenazan con incendiar el país. Sin embargo, la respuesta debe ser clara: defender la institucionalidad, exigir justicia y garantizar que todos los candidatos y líderes políticos cuenten con la protección necesaria para ejercer sus derechos y deberes sin temor.

La democracia colombiana ha resistido décadas de violencia, pero cada atentado, cada amenaza, es un recordatorio de que la paz y la convivencia son conquistas frágiles que debemos proteger día a día. No podemos ceder ante el odio ni permitir que la violencia determine el rumbo de nuestra nación. La condena debe ser unánime, sin matices ni justificaciones. Solo así podremos aspirar a un país donde las diferencias se tramiten en las urnas y en los debates, no en los hospitales ni en los cementerios.

Colombia merece un futuro donde la política se haga con argumentos y no con balas. La defensa de la democracia es tarea de todos. Mi más profunda solidaridad con la familia y simpatizantes del Honorable Senador Miguel Uribe Turbay.