El efectivo: último bastión en la era digital

Cuando falla la tecnología, el efectivo sigue siendo la red de seguridad más confiable.
Andrés Daza, Director general de Prosegur Cash en Colombia

Andrés Daza

Director general de Prosegur Cash en Colombia

El pasado 28 de abril, un apagón eléctrico sin precedentes dejó a millones de personas en España, Portugal, Andorra y el sur de Francia sin energía eléctrica. De un momento a otro, se fue la luz y el corte afectó también a las telecomunicaciones, el acceso a internet y los sistemas de pago electrónico. Una situación similar se vivió el Chile el 25 de febrero de este año, en Chile, cuando el 98% del país sufrió un apagón que paralizó el comercio, el transporte público y saturó las redes móviles, obligando a los hospitales a operar en modo de emergencia. Estos hechos recientes reavivan una pregunta crítica para nuestras sociedades altamente digitalizadas: ¿estamos preparados para enfrentar un mundo sin tecnología, aunque sea por unas horas?

La respuesta, aunque incómoda, es clara: no. Y estos apagones son una muestra concreta de ello. Uno de los efectos más visibles fue la imposibilidad de realizar pagos. El 30% de los consumidores en el mundo aún prefieren realizar sus pagos en efectivo por razones de seguridad y aceptación.

Según datos recientes del Banco de la República y su encuesta de percepción sobre el uso de los instrumentos de pago en Colombia 2020[1], el efectivo lideraba con un 88,1% como el medio más utilizado y para el año 2022[2], la misma entidad reportó que el uso de efectivo se redujo a un 78,4%, porcentaje que fue principalmente reemplazado por el pago con transferencias electrónicas con un 15%, y tarjetas de débito con 8%. De esta manera, en Colombia es un porcentaje bajo el que representa las transacciones se hacen hoy en día con tarjeta, móvil u otros dispositivos. Es rápido, cómodo y seguro… mientras haya electricidad. Pero cuando no la hay, la dependencia de estos métodos se convierte en una vulnerabilidad. Tanto para el caso de Chile como el de España, sin datáfonos ni señal, millones de personas se encontraron en la insólita situación de tener dinero en el banco, pero no poder comprar nada, no por falta de recursos, sino porque no llevaban dinero en efectivo.

Durante años se nos ha presentado la idea de una sociedad sin efectivo como un símbolo de progreso. El dinero físico ha sido etiquetado como obsoleto, un vestigio del pasado que debe desaparecer en nombre de la eficiencia y la seguridad. Al mismo tiempo, la digitalización financiera ha promovido una vida sin billetes ni monedas como un destino inevitable.

Sin embargo, el dinero físico no depende de baterías, ni de servidores, ni de permisos. Es universal autónomo, accesible y democrático. No se trata de rechazar la modernidad. Los pagos electrónicos son útiles y bienvenidos. Pero apostar exclusivamente por ellos, sin una red de seguridad como el efectivo, es entregar voluntariamente nuestra autonomía. Y es que, como ya vimos, cuando todo lo demás falla el efectivo sigue funcionando. 

Además, no podemos ignorar que hay sectores de la población para quienes lo digital no es una opción viable. Hay adultos mayores, comunidades rurales aisladas y personas que carecen de acceso continuo a dispositivos electrónicos o servicios bancarios.

Para ellos, el dinero en efectivo no es solo una alternativa, sino su única vía para integrarse a la vida económica. En un mundo que avanza rápidamente hacia lo digital, surge una pregunta inevitable: ¿a quién estamos dejando atrás y qué consecuencias podría traer eliminar por completo el uso del efectivo?

Defender y revalorizar el uso del efectivo no significa resistirse al progreso, sino tomar una decisión estratégica para estar mejor preparados ante lo inesperado. Ya sea por un apagón masivo, un ciberataque o una emergencia natural, contar con una alternativa confiable - como el dinero en efectivo -puede marcar la diferencia entre el caos y la continuidad.

Porque cuando todo lo demás falla -cuando la luz se va, las redes caen y lo digital se detiene- el efectivo, sigue estando ahí. Silencioso pero confiable, simple pero vital. Disponible y que, en medio del caos, es lo que nos permite seguir adelante
 


[1] Resultados de la encuesta de percepción sobre el uso de los instrumentos para los pagos habituales en Colombia - 2020 | Banco de la República. (2020, septiembre). https://www.banrep.gov.co/es/estabilidad-financiera/encuesta-percepcion-uso-instrumentos-pagos/2020

[2] Resultados de la encuesta de percepción sobre el uso de los instrumentos para los pagos habituales en Colombia - 2022 | Banco de la República. (2022, septiembre). https://www.banrep.gov.co/es/estabilidad-financiera/encuesta-percepcion-uso-instrumentos-pagos/2022