Quitarle la sábana al fantasma del cambio
El cambio es lo único constante en la vida; la vida implica evolución y avance. El cambio es el regalo de la vida y la vida trae regalos con el cambio. Entonces, ¿por qué tenerle miedo al cambio?
Viernes, Mayo 3, 2024
El cambio es la excusa perfecta para aprender a aceptar y a fluir. Todo, absolutamente todo en el mundo está cambiando constantemente. Nada es estático; nada permanece y todo tiene un movimiento. Según Richard Branson, empresario y fundador de Virgin Group, “el cambio no es algo que debamos temer. En cambio, es algo que debemos recibir con los brazos abiertos y aprovechar al máximo.”
Al observar el cambio, pocos encuentran sus beneficios y recompensas y, al contrario, aparece la incertidumbre; aquel estado de falta de certeza que termina despertando la ansiedad, como resultado de la falta de información, de la presencia de múltiples posibilidades o por la imprevisibilidad de ciertos eventos. Si cambiar es fundamental en la vida, entonces ¿por qué tenerle tanta aversión a los riesgos que traen los cambios? ¿Por qué no quitarle la sábana a ese fantasma del cambio y mirarlo a los ojos?
Las personas tendemos a sentirnos cómodas en la seguridad de lo conocido, incluso si esa seguridad no es la ideal. Por esto, cuando hay cambios y movimientos, sobre todo en aspectos relevantes en la vida como el trabajo, las relaciones, el lugar de residencia, los temas financieros, la salud y hasta la llegada de un nuevo miembro a la familia, el fantasma del cambio aparece en los momentos cruciales para abrir una puerta oscura llamada miedo: miedo a lo desconocido.
Cuando éramos niños, los fantasmas imaginarios que se escondían bajo la cama o en el armario, nos impedían dormir, aceleraban nuestro corazón y nos hacían sudar. Antes de acostarnos, esas presencias fantasmagóricas creadas por la mente daban alguna señal para interrumpir el sueño y permitir la llegada de un sinfín de ideas, pensamientos y videos mentales sobre los terrores de la noche.
Con el paso de los años, estos fantasmas se han ido transformando, y aunque no han desaparecido y siguen haciendo de las suyas en las noches; dejaron de esconderse bajo la cama y hasta aparecen en plena luz del día. Es aquel fantasma del cambio que proviene precisamente de la incertidumbre; de no tener control sobre las situaciones; de los movimientos que, de una forma u otra, alteran la estabilidad y la supuesta quietud que creemos tener en nuestra vida.
¿Cómo hicimos cuando niños para dejar de temer al fantasma que se escondía en el armario? Sencillo: abriendo al armario. Observando que ahí no había más que juguetes o ropa. ¿Cómo hacemos ahora de adultos para quitarle la sábana de fantasma al cambio? Aceptando y actuando ante las posibilidades.
Nada, absolutamente nada en la vida está garantizado y aunque suena a frase cajón, esto es lo que más olvidamos en nuestra vida. Creemos que todo lo que tenemos hoy, estará mañana como un acto de profunda confianza ante la vida; y por favor, evitemos malentendidos: no está mal sentir confianza, por el contrario, es un acto de entrega y retribución, pero la realidad es que todo va cambiando; a un ritmo que no controlamos y por caminos que desconocemos.
En la física cuántica, por ejemplo, el cambio no es lineal ni predecible, sino más bien una danza caótica de probabilidades y superposiciones. Del mismo modo, en nuestras vidas, el cambio rara vez sigue un curso preestablecido; es más bien una amalgama de posibilidades que se entrelazan formando caminos y senderos. Esta perspectiva cuántica nos invita a dejar de lado la ilusión de control absoluto sobre nuestras vidas y a abrazar la incertidumbre inherente al proceso de cambio. En lugar de resistirnos a lo desconocido, podemos aprender a fluir con él, adaptándonos a las circunstancias cambiantes con resiliencia y tomando acción frente a aquello que si se puede controlar en los momentos de cambio, es decir lo que corresponde a nivel emocional, mental y actitudinal de manera 100% personal.
Quitarle la sábana al fantasma es poder mirar la situación de cambio a los ojos y poder recibirlo con los brazos abiertos. Es entender que todas y cada una de las decisiones que en la vida hemos tomado, nos han llevado hasta este lugar, a enfrentarnos a estos movimientos y a experimentar los ajustes que se requieran para avanzar. Mirar a los ojos al cambio es poder entender que tenemos el control exclusivamente de lo que nos corresponde a nivel personal, pero nada más de lo externo hace parte de nuestras prioridades y muchos menos, de nuestro margen de acción.
Al quitarle la sábana al fantasma del cambio, entendemos que bajo ella no hay suposiciones, no hay espacio para hacer conjeturas, presunciones o crear hipótesis del futuro; lo único que hay es el momento presente, la realidad de la situación, y solo desde ese momento presente se puede actuar y se puede ver con claridad las múltiples posibilidades y los grandiosos regalos que trae el cambio.