Tres películas: Oppenheimer, Watchmen y Dejar el mundo atrás.
El miedo ha sido un constante regulador humano, desde las bombas atómicas hasta ciberataques, ¿es nuestra única herramienta para evitar el caos?
Miércoles, Noviembre 20, 2024
La primera cuenta la historia y, sobre todo, la discusión ética y moral que enfrentó el director científico del proyecto que desarrolló la bomba atómica. Incluye el terror y el dolor de pensar que él mismo pudo haber causado el acontecimiento más terrible en la historia del mundo.
La segunda (una obra de ciencia ficción llevada al extremo) relata la historia de un grupo de superhéroes que están siendo asesinados, solo para inculpar a uno de ellos y construir la narrativa de que es el enemigo del mundo. Este personaje tiene el poder de destruirlo en un segundo, por lo que es desterrado; efectivamente, lo mandan a vivir a Marte.
La tercera presenta una historia futurista (aunque no tan lejana a nuestra realidad actual) sobre las consecuencias de un ataque cibernético que deja a un país completamente incomunicado. La trama incluye las repercusiones psicológicas y bélicas en sus ciudadanos.
De una u otra forma, siempre hemos vivido con miedo. El mundo no ha sido un lugar seguro mientras exista la posibilidad de que pueda ser destruido en un segundo.
En Oppenheimer, el director del Proyecto Manhattan (quien da nombre a la película) confirma que, al momento de probar la bomba, temían acabar con el mundo debido a los efectos físicos que esto pudiera generar. La ironía es que, al final, él mismo admite que efectivamente destruyeron el mundo, al menos como lo conocíamos. Nos dieron una razón para creer que el hombre es capaz de destruir el planeta en cuestión de segundos.
Parece que la idea de que los seres humanos vivamos sin preocupaciones no es viable. Nos volveríamos locos; pensaríamos que podríamos hacer cualquier cosa, incluso cosas peores de las que ya hemos hecho contra nosotros mismos. Y eso no solo sería perjudicial para la humanidad, sino para el planeta en sí. Mientras tengamos miedo, nos autorregularemos.
Históricamente, la humanidad ha encontrado múltiples razones para tener miedo. Este se ha manifestado incluso en aspectos mágicos y divinos, como la posibilidad de un dios castigador. Otras formas de miedo son mucho más absurdas, pero igual de efectivas, como el temor a que "se estén metiendo en los conjuntos". Para tener miedo, basta con creerlo; solo hace falta esa convicción para que el miedo cobre vida.
Esta semana despertamos nuevamente con la noticia de la posible tercera guerra mundial. Cada vez parece más real. La vuelta de Trump a la Casa Blanca, la guerra en Gaza, el reordenamiento energético y la transición hacia nuevas fuentes de energía, la pérdida de valor de las monedas tradicionales, la falta de control por parte de los organismos internacionales y la insaciable necesidad de crecimiento económico nos acercan a un escenario que, esta vez, podría concretarse.
Pocos acontecimientos han sido tan decisivos y determinantes para el futuro de la humanidad como las guerras mundiales. Estas han impulsado desarrollos intelectuales, tecnológicos y científicos, aunque con el oscuro propósito de encontrar formas de exterminar a la mayor cantidad de seres humanos en el menor tiempo posible. Y lo lograron.
Las guerras han sido una de las peores invenciones de la humanidad: lo salvaje, lo ruin, lo despiadado y lo inhumano han florecido en la búsqueda de ganar una guerra que sacrifica miles y miles de vidas humanas para obtener beneficios muy puntuales, casi siempre para unos pocos.
Se dice que, si la tercera guerra mundial se libra con bombas atómicas, la cuarta será con palos y piedras. Esto nos recuerda la fragilidad de la vida humana y el poder que puede tener la decisión de una sola persona.
¿Será este un mecanismo más para generar autocontrol y presionar decisiones económicas? ¿O esta vez será en serio, y acabaremos con el mundo?