Carta al CEO

Colombia no está pensando en crecer y eso tiene consecuencias

Sin crecimiento económico sostenido, Colombia no logrará mejorar la calidad de vida de su gente. Hoy seguimos pensando como hace siglos.
Martes, Mayo 27, 2025

En Colombia, el crecimiento económico ha sido modesto, casi tímido. Con una expansión inferior al 3% anual en promedio durante los últimos cuatro años, el país se mantiene en una meseta que limita cualquier aspiración de transformación real. En este escenario, hablar de equidad, educación, salud o infraestructura suena más a discurso que a posibilidad.

Las cifras no mienten: ningún país ha logrado mejorar sustancialmente la calidad de vida de su población sin crecer de manera sostenida por encima del 7% anual durante al menos una década. Esa es la base. Sin ese impulso, los recursos no alcanzan, la inversión se estanca y la desigualdad se perpetúa.

Lo preocupante es que parece que ni siquiera estamos pensando en crecer. Hemos naturalizado la mediocridad en las cifras económicas y adoptado una mentalidad que pertenece a siglos pasados. Seguimos discutiendo sobre la redistribución de una torta que no crece, mientras otros países se concentran en hornear una más grande. Como diría Simon Borrero, cofundador de Rappi y uno de los emprendedores más disruptivos de América Latina, "en Colombia muchas veces se ve mal hablar de plata, pero sin plata no hay impacto". Su visión apunta a pensar en grande, a construir desde la escala, a creer que es posible hacer empresa con ambición y propósito.

¿Qué están haciendo los países que sí crecieron?
Corea del Sur, por ejemplo, pasó de ser una economía agraria pobre en los años 60 a convertirse en un líder global en tecnología, innovación y exportaciones. ¿La clave? Inversión masiva en educación, apertura al comercio, fomento del emprendimiento y disciplina en sus políticas públicas. Lo mismo ocurrió con Irlanda, que tras una crisis profunda en los 80, apostó por la inversión extranjera directa, reformas fiscales inteligentes y un ecosistema empresarial robusto. Resultado: crecimientos por encima del 6% durante casi dos décadas.

En Colombia, en cambio, parecemos estancados en debates ideológicos, sin una hoja de ruta clara hacia el crecimiento. Se culpa al modelo sin construir una alternativa sólida, se incrementa el gasto sin aumentar la productividad, y se pone en riesgo la inversión cuando más se necesita.

Pensar en crecer no es una opción, es una obligación. Solo el crecimiento económico puede habilitar los cambios estructurales que necesita el país: formalización del empleo, mejora del sistema de salud, educación de calidad y seguridad para todos.

Hasta que no entendamos esto como prioridad nacional, seguiremos atrapados en el mismo ciclo de rezago.