Asistente Personal
Colombia ocupa el puesto 51 en uso de IA a nivel mundial. Reflexionamos sobre cómo ChatGPT se ha convertido en un asistente personal para miles.
Martes, Noviembre 5, 2024
Hace unos días, publicaron el ranking de países con mayor uso de inteligencia artificial. Colombia está en el puesto 51 en el mundo. Lideran Estados Unidos, China, Singapur, Reino Unido y Francia. En la región, estamos en el quinto lugar, por debajo de Brasil, Chile, México y Argentina.
La primera vez que escuché sobre ChatGPT me sorprendió. Quien me lo contó lo describió como un Google conversacional, que evitaba la necesidad de visitar múltiples páginas, pues respondía todo lo necesario al instante.
Luego, para un proyecto en el que estábamos trabajando sobre un libro de más de 300 páginas, alguien sugirió: “¿Y si creamos preguntas que permitan a cualquiera del equipo entender en cinco minutos de qué trata el libro, quiénes son los personajes, cuáles son los temas más importantes, los pasajes más interesantes y su impacto cultural?”. Efectivamente, fue la mejor solución.
Después, un amigo me comentó que había cambiado totalmente el modelo de trabajo en su empresa. Ya no tenía contratado a un equipo completo de diseñadores y redactores, sino que los había reemplazado con accesos premium a herramientas de inteligencia artificial, permitiéndole crear contenido en menos de una cuarta parte del tiempo que antes requería todo un equipo.
Con cautela y algo de desconfianza, empecé a preguntarle a ChatGPT cómo realizar ciertas tareas cotidianas en mi trabajo y a pedir opiniones sobre la mejor forma de abordarlas. Más adelante, me animé a discutir solicitudes específicas, pidiendo puntos de vista sobre cómo desarrollarlas. Comencé a pedirle que redactara ciertos textos cuando no sabía cómo hacerlo, que realizara traducciones, redactara en inglés y respondiera correos con ciertos matices: más enérgico, tranquilo, conciliador, claro o incluso, en algunos casos, más molesto. Un día, me pidieron crear una nueva metodología para un taller, y quien me dio las primeras ideas y la estructura inicial fue ChatGPT.
De repente, me di cuenta de que ChatGPT se había convertido en mi asistente personal, una herramienta más que abría tan pronto encendía mi computadora. Muchas de las tareas diarias se facilitaban, las realizaba más rápido y podía dedicar tiempo a pensar en otras cosas, es decir, más eficiencia. Ya no me demoraba una hora respondiendo un correo incómodo; antes, mientras redactaba, buscaba la mejor forma de expresar mis ideas y luego revisaba para asegurarme de que el mensaje fuera claro, lo que tomaba bastante tiempo, incluyendo pausas para releer con más calma. Con este nuevo proceso, cronometraje en mano, descubrí que me tomaba solo una cuarta parte del tiempo, y el resultado era claramente mejor de lo que habría logrado solo.
Siempre que escucho a alguien decir que ChatGPT nos ha hecho más flojos, concuerdo. Quizás, en este sentido, la flojera es la posibilidad de pensar en cosas realmente más importantes y no perder tiempo en consumir información innecesaria. Pensemos que, si Isaac Newton no hubiera tenido tiempo para descansar bajo un árbol, tal vez no habría reflexionado sobre por qué esa manzana caía hacia abajo. Gracias a la “flojera” de disponer de más tiempo, hoy comprendemos el universo en gran medida, y quizás esa misma flojera nos permita comprender aún lo que nos falta.
También recuerdo a los profesores de matemáticas que, en la década de los 80, protestaron contra Casio por vender calculadoras. Decían que esas herramientas solo iban a “atrofiar” el cerebro de los jóvenes. Hoy todos sabemos que pocas protestas han sido tan ridículas como esa, igual que la opinión de que la inteligencia artificial nos va a volver menos inteligentes. Muchos aún no comprenden que no debemos entrenar el cerebro para memorizar información que ya existe en la nube o en algún dispositivo, sino para saber acceder a esa información y utilizarla eficazmente.
Es un reto importante para los educadores: saber qué deben enseñar y qué deberían hacer memorizar a los estudiantes, de modo que puedan aprovechar al máximo este tipo de herramientas para ser más inteligentes y competitivos. Claro que se debe revisar y tener criterio; no hay que confiar al 100%. Seguramente, pasará un buen tiempo antes de que la máquina se asemeje a los humanos. Para ese momento, seremos aún más inteligentes gracias a la IA misma.
Mientras tanto, seguiré aprendiendo con mi asistente personal y haciendo más eficiente mi trabajo.
¿No les queda la duda de si todo esto fue escrito por ChatGPT?