El no lo sé como respuesta

La invitación es a romper el mito - ególatra por lo demás - de saberlo todo y de la respuesta inmediata aun cuando no haya ni la más mínima certeza sobre lo que se está respondiendo.
Santiago Bonivento

Santiago Bonivento

Abogado y profesor en la Pontificia Universidad Javeriana

Tengo la inmensa fortuna - que se ve abiertamente representada, además, en una maravillosa oportunidad con un altísimo componente de responsabilidad - de estrenarme como columnista para la Revista C-Level en lo que será una columna de opinión mensual.

En esta, y tras darle algunas vueltas a ideas, he optado por tratar asuntos del cotidiano empresarial de manera simple y con un clarísimo enfoque al público más joven que se adentra al mercado laboral y todo su espesor. Aspiro a hablar de liderazgo, de formación, de habilidades en desarrollo y de muchas otras cosas que, sobre la marcha, se me vayan viniendo a la cabeza. Eso es lo valioso de prototipar al innovar e, incluso, al escribir: que no siempre se tiene la idea y, sobre la marcha, va surgiendo, va desarrollándose, va fallando, va mejorando hasta que, un día, está lista para lanzarse.

Dicho ello, el diario vivir en el mundo empresarial suele girar en torno al todo o nada. En otras palabras, a la recepción de respuestas afirmativas o negativas muchas veces, inclusive, sin tener mayor idea sobre lo que se está respondiendo. ¿Vamos bien en números? La respuesta, “Sí”, aun cuando no se ha analizado el último balance. ¿Ves bien el documento?, “Sí”, aun cuando puede que este esté al final del correo electrónico descansando entre el placer de no ser considerado. ¿Le fue bien al candidato en la entrevista? “No”, sin siquiera haberse sentado a efectuar una retroalimentación interna sobre el mismo.

Sin perjuicio de lo anterior, hay una respuesta que suele ser tan ecléctica como poco común en un mundo marcado por la inmediatez: no lo sé. Tres palabras, tan poderosas como el sí o el no en la respuesta pero, muchas veces, llenas de prejuicios e inseguridades consigo.

El no lo sé es una respuesta que cobra relevancia por múltiples razones, centrándome en dos: la primera de ellas, porque es la clara muestra de humildad en que, ni el más sabio de estos, está en capacidad completa de dar una respuesta a todo lo que, a diario, se consulta, se pregunta o se indaga. Por el contrario, la tendencia es a no saber cómo o qué responder y, de manera natural, y errada, el no lo sé juega un papel muchas veces secundario como posible respuesta a dichas inquietudes. 

La segunda de ellas radica en el hecho en que el no lo sé como respuesta tiende a ser concebida como débil o carente de preparación cuando, por el contrario, acompañada de la debida diligencia de investigar la respuesta, puede ser la catalizadora de un resultado inesperado y, a la postre, mucho más gratificante que una respuesta innata con poco - o nulo - sustento detrás.

En el mundo empresarial, así, el “no lo sé, dame un rato y te lo averiguo” debería convertirse en un fiel aliado para responder preguntas donde la respuesta no esté lo suficientemente preparada o cuando, sencillamente, no haya una respuesta acertada. Desmitificar la ignorancia detrás de ella ha de ser un punto a favor de una sociedad que quiere progresar.

Así, la invitación es a romper el mito - ególatra por lo demás - de saberlo todo y de la respuesta inmediata aun cuando no haya ni la más mínima certeza sobre lo que se está respondiendo. Seremos más felices, seremos mejores y, sobre todo, estaremos llamados a verdaderamente desarrollarnos como sociedad que, en la duda y la curiosidad de su resolución, ve florecer su valor.

Gracias por la oportunidad a la Revista C-Level y nos estaremos encontrando por acá de manera mensual.