En nombre del pueblo

Más allá de la posición política que pueda tener cada cual, el mensaje detrás de que todo pueda ser y cambiar en nombre del pueblo, deja una lección inquietante para el futuro.

Daniel España

Experto en Comunicación, Estrategia e Innovación

Lo que está sucediendo en el país es, como mínimo, inquietante. Un Gobierno enfocado en hacer cambios sustanciales, que cuando encuentra que no puede de una manera, busca imponer otro camino, al punto de que estemos en medio de intervenciones, presiones, pactos y una clara intención de lograr una Constituyente, la herramienta para cambiarlo todo, porque el fin justifica los medios.

En medio de esto van y vienen mensajes que cambian, que se van acomodando, que si no funcionan de una manera pueden ser más hostiles o conciliadores, hasta conseguir sus objetivos. Y esa sensación del todo vale, del de malas, del que se impone la logra, propone un lenguaje, un camino de gobernanza que muchos están viendo y entendiendo como válido, como posible, y que está educando y tomando validez en su inevitabilidad, en nombre del pueblo o de Dios o del Gobierno de turno en todo caso.

Y lo que se viene será todavía más intenso. Seguramente podremos ver cómo aumenta su intensidad de comunicación y comunicación a través de la acción (que en este Gobierno muchas veces no coincide) en la medida en que se agote el tiempo del mandato para alcanzar sus objetivos, sobre todo si no alcanza una reelección de su programa político.

Es un tema más allá del color de la bandera política. Lo que se está sembrando es también una cultura abierta de poder decir estratégica o convenientemente algo para lograr un objetivo y luego cambiar de posición como de vestimenta, para la siguiente ocasión. Y actuar por detrás, por delante, con quien se requiera y cómo se requiera, para alcanzar la meta, una meta que no es trasparente o claramente colectiva, o que puede cambiar porque sí o porque no, o que puede sonar de una manera y proceder de otra, pero por eso mismo genera incertidumbre y caos, y demuestra una máxima de la credibilidad de la comunicación cuando se construye sobre la consistencia sin importar el escenario.

En últimas, en medio de tanto ruido, ojalá que no termine siendo en nombre del pueblo y de Dios, que se justifiquen y hagan cosas que a todos ojos ni el pueblo ni Dios quisieran.