Entre el liderazgo y la mentoría, me decanto por la segunda

Entre liderazgo y mentoría, elijo la segunda: un referente que transforma con ejemplo, visión y propósito, catalizando el crecimiento personal.
Santiago Bonivento

Santiago Bonivento

Abogado y profesor en la Pontificia Universidad Javeriana

El liderazgo se ha convertido en un fenómeno cada vez más frecuente de ser abordado en las organizaciones y, en general, en el diario vivir de la sociedad. Se vive entre líderes pero, poco, se comprende la trascendencia que tienen estos en el quehacer diario de una persona, una determinada población o, por qué no, de la sociedad como un todo. Es, justamente, cuando se produce esa trascendencia que la mentoría cobra sentido. 

La palabra mentor(a) proviene del griego Méntor, y es asociada a las palabras consejero(a) o guía. El mentor, y se aborda en el masculino pero agrupa la palabra en su sentido amplio, por lo tanto, es aquella persona que se convierte en un referente en el actuar para otros. 

En las organizaciones del hoy, mucho se habla de liderar, pero poco se habla de su verbo análogo para cuando de mentoría se trata. De hecho, es de compleja aproximación al español. Mentorar sería, así, el verbo atinente a la acción de llevar a cabo la mentoría. No se trata de dejar de lado la aproximación que se tiene al liderazgo pero, sí, de comprender que entre el líder y el mentor el segundo abarca una concepción que el primero puede no tener o está en fase de desarrollo: la habilidad para convertirse en un referente integral para quién recibe la mentoría. No es de poca monta, ergo, procurar, en la actividad profesional, mentores a los cuales seguir, emular y aprender de. Ha de ser, sin temor a equivocación alguna, uno de los máximos propósitos a perseguir porque es un catalizador de crecimiento. Un mentor tiene la habilidad perfecta para, con pocas palabras, o un simple gesto o consejo, cambiar la mentalidad y exacerbar, en lo profundo del ser, opciones de solución. 

Nadie dijo que sería fácil ser mentor o, más aún, encontrar uno o varios mentores. Y, por ello, debe ser un propósito, como ya se mencionó, del diario quehacer como sociedad. No todos los mentores están destinados para todas las personas, pero sí todas las personas deben estar destinadas a perseguir la búsqueda de ser mentores en algún momento. Es, al final, el ciclo natural de la existencia: ser parte de una mentoría para luego, con la experiencia que de ella emana, llegar a la sabiduría para mentorizar. 

Al final, entre el líder y el mentor, suelo decantarme por el segundo. No porque el primero no sea relevante. Todo lo contrario, lo es. Me decanto por el mentor porque tiene la habilidad valiosa de ser un referente para ver la vida más allá de lo que parece evidente y, sobre todo, ha cultivado el don para convertirse en un ejemplo de vida a seguir. 

Si me preguntan qué propósito a nivel profesional, entre algunos otros, sitúo en mi lista de prioridades para el año que está por venir hay uno que resalta y está más que claro: seguir persiguiendo mentores que me lleven a trascender.

A la Revista C-Level, gracias por recibirme como parte de su pool de columnistas para el 2024, ansioso de ver todo lo que el 2025 trae consigo. Feliz Navidad y próspero año 2025 para todos aquellos que acá nos leen. ¡Nos vemos en enero!

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