La dictadura de los algoritmos: ¿Qué estamos dejando de ver?

Vivimos bajo la dictadura de los algoritmos, limitando nuestra visión del mundo y desafiando tanto a consumidores como a marcas.
Fabián Motta, director de SmartPR

Fabián Motta

Director General SmartPR

Vivimos tiempos donde la tecnología, lejos de ser una herramienta neutral, se ha convertido en el filtro que define qué vemos, qué pensamos y, lo más inquietante, qué creemos. Los algoritmos, esas secuencias lógicas que dictan qué aparece en nuestros feeds, qué música escuchamos o incluso qué productos compramos, nos han reducido a un conjunto de preferencias calculadas con precisión milimétrica. Parecería que la promesa de internet de abrirnos al mundo se ha convertido, paradójicamente, en una dictadura silenciosa de datos y patrones.

Como consumidores, este fenómeno se traduce en un día a día donde los sesgos de confirmación se refuerzan de manera casi imperceptible. Cada like, cada búsqueda en Google, nos va empujando a una burbuja donde nuestras ideas y creencias son reforzadas una y otra vez. El mundo se vuelve más pequeño, las opiniones contrarias más lejanas, y la diversidad de pensamiento se diluye en un mar de contenido que parece hecho a medida para complacernos. El problema es que, en esa complacencia, dejamos de desafiar nuestras propias creencias.

Para las marcas, el reto es aún mayor. Los algoritmos no solo limitan lo que los consumidores ven, sino que también moldean sus decisiones. ¿Cómo puede una marca aspirar a ser relevante si no puede romper esas barreras invisibles? En un entorno donde los algoritmos priorizan la familiaridad y la personalización, las marcas se ven obligadas a luchar por visibilidad en un ecosistema saturado de contenidos similares, lo que puede resultar en una peligrosa homogeneización de su mensaje.

Este es el verdadero riesgo de la dictadura de los algoritmos: al limitar lo que vemos y lo que entendemos, también limitan lo que creemos que es posible. Y en este contexto, tanto consumidores como marcas nos encontramos cada vez más atrapados en un ciclo de retroalimentación que nos deja con menos espacio para la creatividad, la innovación y el pensamiento crítico.

La solución no es sencilla. No podemos desactivar los algoritmos ni revertir el poder que tienen sobre nuestras vidas. Pero sí podemos ser más conscientes de su influencia, tanto en nuestra vida diaria como en las estrategias que desarrollamos como marcas. Debemos aprender a cuestionar lo que los algoritmos nos presentan, a buscar activamente lo que no aparece en nuestros feeds, a abrir la puerta a nuevas ideas, nuevos enfoques y nuevas narrativas.

Vivimos bajo la dictadura de los algoritmos, pero aún somos los dueños de nuestras decisiones. Solo si tomamos un papel más activo en desafiarlos, como consumidores y como marcas, podremos romper con este ciclo de sesgos y recuperar una visión más amplia y general del mundo que nos rodea.