Polarización olímpica

Los Juegos Olímpicos, un evento global de unidad y esfuerzo humano, ahora son blanco de polarización y fake news, generando controversias que opacan el espíritu deportivo y la armonía.
Mario Suárez

Mario Suárez

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Los Juegos Olímpicos podrían representar una de las causas más interesantes y hasta hermosas de la humanidad. El mundo entero se reúne alrededor del deporte como una forma de guerra civilizada entre países, donde cada participante da todo de sí representando a su nación.

Según la carta olímpica, “El objetivo del Olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”.

El mismo símbolo de los Juegos Olímpicos representa la unión de los cinco continentes, es decir, que los juegos son de la humanidad, para la humanidad, y que, por lo tanto, aquí no entran las disputas políticas, las guerras, las diferencias, conflictos, intereses y problemas que hay entre países. Representan un gran esfuerzo, no solo de los deportistas que han tenido que, con sacrificio, dedicar sus vidas para poder estar entre los mejores del mundo, sino también de sus familias, de los organizadores y de todo el comité olímpico, que, entre otras cosas, ha tenido que invertir en los escenarios, en seguridad, en la construcción de las villas olímpicas y en todo lo que acarrea organizar un evento de esta magnitud.

Todo esto que representan los Juegos Olímpicos ha tratado de ser empantanado y minimizado por obra y gracia de la polarización.

La polarización, que es la mejor arma que existe actualmente para generar impacto, bien sea en política o en cuestión de entretenimiento, logra hacer que más y más personas se adhieran a ciertas ideas, no tanto por gusto o afinidad con ellas, sino por odio a la oposición.

Existe una guerra mundial entre las opiniones divididas: entre la izquierda y la derecha, entre el capitalismo y el comunismo, entre los ricos y los pobres, entre los conservadores y los liberales, entre los uribistas y los petristas, entre los progres y los tradicionales.

Esta guerra especialmente se vive en las redes sociales, donde día a día aparecen miles y miles de militantes de uno u otro lado, con el fin único de defender su posición, generando de paso discordia y odios entre sus opositores.

Cualquier situación en el mundo se filtra primero bajo el lente de la polarización antes que la lógica humana. Condenamos un ataque terrorista solo si los afectados o los culpables son de una u otra naturaleza política. Atacamos o defendemos un dictador solo si es amigo o no de nuestras afinidades políticas. Defendemos cualquier expresión cultural solo si concuerda con nuestras posiciones y con nuestras creencias; de lo contrario, saldremos a gritar en nuestras redes sociales cuán indignados estamos porque nos están vulnerando nuestros derechos.

En la inauguración de estos Juegos Olímpicos, París, siendo París, la cuna de la libertad, donde se hizo una revolución para poder firmar los derechos humanos, quiso hacer una inauguración totalmente diferente a lo que nos tenía acostumbrados el comité olímpico.

La hicieron en el río Sena, justo al lado de la Torre Eiffel, y no en un estadio como es costumbre. Los atletas olímpicos no desfilaron, sino que navegaron por el río en embarcaciones. No cantó un artista pop de moda del país anfitrión, sino una banda de death metal desde un edificio por el que salía fuego por doquier, cantando un himno francés del siglo XIX que representa la libertad. “¡Ah! Ça Ira” (Todo estará bien) sonó como nunca antes, interpretada por Gojira desde el palacio de la Conciergerie de París junto con la mezzosoprano Marina Viotti, mostrando imágenes de María Antonieta decapitada, mucha sangre y mucho vino tinto. Según el líder de la banda, no fue en lo más mínimo algo satánico, como muchos sugirieron, sino la mismísima historia de Francia. Dentro del performance inaugural hubo drag queens, flores, una representación de una fiesta pagana del Olimpo que, según muchos, parecía inspirada en la Última Cena, con personajes vestidos de colores extravagantes y un cantante semidesnudo pintado de azul.

Por supuesto, una inauguración con una representación artística que muy pocos entendimos, pero que sí logró “ofender” a quienes consideraron que iba contra sus creencias o sus propias expectativas.

Luego, en medio de la polémica, las ya muy comunes fake news aseguraron que el gobierno francés había salido a ofrecer disculpas. Tampoco faltaron las manifestaciones en redes sociales de muchas personas que consideraron que “su fe no es motivo de burla”. Tal vez todos nos consideramos muy importantes por estos días y estamos viviendo una paranoia colectiva y unas ideas de autoreferenciación en todo.

Como si fuera producto de una contraofensiva por parte de las posturas conservadoras, ocho días después se formó un nuevo escándalo. Aparecieron fake news que sembraron dudas sobre el sexo de una participante. Rodaron muchas noticias e imágenes que ponían en duda si Imane Khelif, una boxeadora argelina, era mujer. Circularon fotos en muchos medios de comunicación y aseguraban que había nacido hombre y que, por lo tanto, tenía una ventaja frente a su oponente italiana, con quien se enfrentaba el pasado jueves. De nada sirvió que el comité olímpico comunicara que la boxeadora argelina era totalmente elegible para competir en la prueba en la que estaba inscrita; ganó el morbo y las noticias falsas, indignando a otra gran cantidad de personas que consideran injusto que una mujer trans compita contra otras mujeres.

La polémica logró su pico cuando, tan solo 30 segundos después de iniciado el combate, la boxeadora italiana se retirara de la competencia. Más noticias falsas aparecieron. Algunas se atrevieron a decir que la boxeadora italiana había dado declaraciones de que nunca en su vida la habían golpeado tan duro. Por supuesto, todo esto fue completamente falso. La boxeadora argelina tiene una condición especial, pero que no representa una “ventaja”, como quisieron decir muchos medios, y mucho menos es hombre. El escándalo y la mala intención de algunas partes generaron dudas sobre la labor del comité olímpico en la selección y clasificación de atletas. Abrió nuevamente el debate de la participación de atletas trans en competencias y, por supuesto, el debate de progres contra conservadores, dejando únicamente como víctima a una mujer que ha tenido que pelear y esforzarse duro para poder estar donde está en estos momentos de la competencia.

Así las cosas, estamos en un momento en el que absolutamente todo va a ser motivo de polémica y generará detractores. Detrás de todo hay posturas, movimientos, creencias, ideologías, agendas y hasta partidos políticos queriendo capitalizar cualquier situación para su beneficio. La agenda de derechas y de izquierdas, o de donde sea, no va a descansar, pues todo asunto mediático armado con las poderosísimas fake news será un buen momento para ganar más y más militantes que luego vayan a las redes sociales a pelear por alguna causa.

Mientras tanto, ¿qué más ha pasado con el dictador que se robó unas elecciones hace ocho días? Al parecer, todo el mundo está de acuerdo en lo injusto de esa situación, pero sorprende que nadie salga a defender al dictador ni tampoco pase nada.