¿Puede el liberalismo colombiano superar su identidad y renovarse en el Siglo XXI?

Un análisis profundo del liberalismo de sus desafíos políticos e ideológicos.

Luis Enrique Santesteban Llano

En los últimos días, he dedicado mi pensamiento a reflexionar sobre la identidad filosófica del liberalismo político, especialmente en el contexto de la democracia colombiana. Este análisis fue desencadenado por la afirmación de un colega sobre la postura izquierdista del liberalismo en Colombia, una afirmación que considero imprecisa a pesar del giro hacia la socialdemocracia que ha experimentado el liberalismo colombiano en términos partidarios, en especial considerando que a pesar del giro ideológico hay figuras prominentemente vinculadas al neoliberalismo dentro del partido.

A lo largo de la historia, líderes liberales han mantenido vínculos con la derecha e izquierda, ilustrando la diversidad inherente al liberalismo colombiano. Nombres como Cesar Gaviria, Ernesto Samper, Piedad Córdoba, Rafael Uribe, Jorge Eliecer Gaitán, e incluso Álvaro Uribe, han estado vinculados al partido liberal, reflejando la complejidad ideológica de esta filosofía política aún dentro de la praxis en la gestión pública colombiana.

El desafío actual del liberalismo, tanto político como filosófico, radica en conciliar la defensa de la libertad individual con las demandas de justicia social y la preservación de la identidad cultural. Dentro del liberalismo, corrientes como el liberalismo clásico, el liberalismo económico y el liberalismo social a menudo entran en conflicto en temas como la intervención estatal, la igualdad de oportunidades y los derechos colectivos.

En la actualidad, los libertarios han sido objeto de críticas por su énfasis excesivo en la libertad individual y la reducción drástica del papel del Estado. El presidente argentino Javier Milei ejemplifica esta dinámica, evidenciando una crisis de identidad ideológica en el liberalismo. Cabe resaltar que tengo la preocupación de que este fenómeno se replique en Colombia, llevando a figuras como María Fernanda Cabal, a quién considero igual de reprochable que al desastre de Gustavo Petro y su barbárico gobierno, dado que representan extremos perjudiciales. Es lamentable observar a liberales disidentes, como el ministro Velazco, respaldando a Petro, cuando el verdadero liberalismo debería criticar tanto a la derecha como a la izquierda.

Es esencial diferenciar el libertarismo, que aboga por la libertad absoluta y la mínima intervención estatal, del liberalismo clásico que busca limitar el poder del Estado y maximizar el poder de mercado. A pesar de compartir la defensa de la libertad individual y el libre mercado, el libertarismo es más radical en su rechazo total del gobierno y las leyes. El liberalismo ideológico colombiano, a pesar de su pérdida de influencia política, mantiene la libertad como pilar esencial, enfrentando desafíos ante los cambios sociales y la amenaza de populistas y dictadores. El choque cultural con Oriente y las críticas internas cuestionan su concepción del trabajo como origen de la propiedad y su narrativa sobre libertad y trabajo.

La historia política del país ha visto a líderes liberales navegar entre la derecha y la izquierda, marcando una travesía compleja. El futuro del liberalismo colombiano dependerá de su capacidad para superar la rigidez ideológica, abrazar la diversidad interna y adaptarse a los desafíos del siglo XXI. En este mundo en constante cambio, el liberalismo tiene la oportunidad de redefinirse, consolidando su posición como defensor de la libertad individual y la coexistencia de diversas corrientes políticas.

Ante la interrogante sobre si el liberalismo colombiano puede superar su crisis de identidad y renovarse en el Siglo XXI es, ante todo, un llamado a la reflexión y la acción. El liberalismo, con su núcleo innegociable en la libertad individual, se encuentra en una encrucijada en la que debe adaptarse a las complejidades de la sociedad contemporánea sin perder de vista sus principios fundamentales.

La historia política colombiana evidencia la fluctuación de líderes liberales entre la derecha e izquierda, demostrando la diversidad de esta filosofía. A pesar de ello, la rigidez ideológica y la falta de adaptabilidad amenazan su relevancia futura. Frente a populistas y dictadores, se requiere una respuesta firme centrada en la defensa de la libertad, igualdad y la limitación del poder estatal. El liberalismo enfrenta desafíos al recibir críticas internas, pero estas tensiones presentan la oportunidad de redefinirse como defensor de la libertad individual. Aunque la travesía es desafiante, constituye una ocasión para renovarse en un contexto político dinámico. La clave reside en la adaptabilidad y la reflexión profunda, elementos esenciales para revitalizar su relevancia en el Siglo XXI y contribuir positivamente a la construcción de una sociedad justa, libre y próspera.