Superioridad intelectual

La necesidad de corregir es más grande que cualquier otra cosa. Sentirnos más que el otro nos encanta, especialmente si esto no tiene cómo medirse y se queda en subjetividades muy difíciles de comprobar.
Mario Suárez

Mario Suárez

Advertising | Marketing | Digital | Social Media | Consultancy | Planning | Strategy

La inteligencia es algo escaso así como los diamantes, por eso el gran valor dentro de la sociedad. Alguien inteligente se supone puede resolver problemas de manera más simple al mismo tiempo que le facilita la vida a muchas personas más. Las empresas se disputan ese talento y las univesidad hacen maromas para atraer mentes brillantes que ayuden a crear más conocimiento y por qué no a inventar nuevas formas para todo.

Por ser un bien de lujo todos lo codician, todos quisieran ser más inteligentes. Gratis no es que se han dedicado muchas películas a fantasear con la posiblidad de ser más inteligentes por obra y gracia de una pastilla, así como también se han dedicado infinidad de películas a exaltar la inteligencia de grandes seres humanos que han pasado por este mundo.

Ahora, la primera pregunta es: ¿será esta la razón por la que muchos quieren alardear de ella y mostrarse superiores intelectualmente respecto a aspectos populares? Aquí algunos ejemplos para explicarlo.

  • La tendencia de muchos “intelectuales” a “odiar lo popular” no es más que la necesidad de diferenciarse, de generar ese punto de distancia frente a la mayoría. Sentirse especial o al menos diferente, de no sentirse parte de la multitud. 
  • Encontrar interesante una película de súper héroes producida con todo el aparato industrial de Hollywood es una aberración para muchas de estas personas.
  • Encontrar gozo en la música que suena en la radio y en los artistas que mueven multitudes, no es algo permitido para muchos de ellos.

Justo por estos días el festival Estéreo Picnic sirvió como ejemplo para mostrar esto. 
Me llamó mucho la atención que un post sobre la presentación de Feid durante el festival, sirviera como muro de lamentos para muchos “anti reggaetoneros” dando explicaciones del por qué la masiva asistencia a ese escenario donde argumentaban que no tenía nada que ver con la calidad del artista y menos con el género tan odiado por algunos.

Ver intelectuales hablando sobre cosas mundanas siempre me ha parecido fascinante, por eso ver el artículo que esta semana dedicó la revista El Malpensante a Limp Bizkit a propósito de su presentación en el festival Estéreo Picnic, hace que veamos un nuevo filón del suceso multitudinario más allá del concierto. 

Obviamente no se hizo esperar la necesidad de querer sobresalir en medio de una situación que ya tiene un tufo de intelectualidad. Ante el post de la revista anunciando el artículo en mención, no faltó el comentario corrigiendo algo del artículo, lo que fuera. Es algo así como si ya que están los inteligentes hablando, yo tengo que ser aún más inteligente corrigiéndolos.

Hay un meme que ronda por internet que dice que si quieres obtener alguna respuesta, lo único que tienes que poner es alguna respuesta errada. Ahí aparecerán muchos a hacer evidente tu error y compartirán la respuesta correcta.

La necesidad de corregir es más grande que cualquier otra cosa. Sentirnos más que el otro nos encanta, especialmente si esto no tiene cómo medirse y se queda en subjetividades muy difíciles de comprobar. Tener la razón nos obsesiona, por eso siempre las acaloradas discusiones familiares sobre fútbol y política que nunca tienen solución ni habrá un punto de objetividad donde se pueda comparar algo, y si llegase a existir, no será validado por los que discuten.

Cuando hay algún cambio en la imagen de alguna marca, llámese logo, identidad visual o positioning statement, nada me gusta más que ir a ver los comentarios en redes sociales, especialmente Linkedin, donde siempre aparecerán detractores y defensores del cambio, todos ellos con unas y otras explicaciones de libro que no hacen nada diferente que satisfacer sus propias opiniones.

Y este es el punto, siempre que hay una opinión involucrada, va a haber un sesgo hacia lo que estamos viendo. Justificarla a punta de intelectualidad no tiene mayor consecuencia que generar un debate innecesario en el que todos correrán a refugiarse en sus propias conclusiones o en diferentes publicaciones de todo tipo para soportar sus propias opiniones.

Muy distinto sería si en vez de sufrir de urticaria por todo lo que representa un gusto popular viéramos nuevas posibilidades en todo, encontremos oro en lo mundano, en lo popular, en lo que a todo el mundo le gusta, admiremos al menos la capacidad de hacer que tanta gente quiera algo y tratemos de encontrar razones por las que eso gusta, más allá de solo porque unas personas poderosas decidieron que a todos nos gustara.

Es cierto que alguien tomó la decisión de que Bad Bunny fuera Bad Bunny, pero eso no hace menos valioso el producto ni lo hace menos talentoso, lo que pasa es que encontramos puntos de referencia donde es difícil comparar peras con manzanas. 

Queremos que tenga la voz de Freddie Mercury, pero también que escriba las letras de Paul McCartney y John Lennon o que se vista como otro personaje de antes, sin darnos cuenta que cualquiera de estos referentes en su momento representaron exactamente lo que hoy representa el reggaetón y Bad Bunny y todos sus exponentes. Pensemos que en los 60`s cuando el boom de los “Fab 4 de Liverpool” como llamaron a The Beatles generaron exactamente el mismo repudio en ciertos sectores de la sociedad. 

En su momento Lennon y McCartney escribieron “I want to hold your hand” y eso fue tildado por no menos de obsceno, 60 años después Bad Bunny dice “Estas no son horas de llamar a menos que me lo quieras ……”. Es lo mismo al final del día, ¿no?