Carta al CEO
Un salario mínimo más alto: el costo invisible que pagaremos todos
En el papel, un incremento significativo del salario mínimo busca proteger el ingreso de millones de trabajadores. En la práctica, un ajuste de esta magnitud se filtra rápidamente por toda la economía.
Lunes, Diciembre 29, 2025
El aumento propuesto del salario mínimo para 2026 no es un dato aislado ni una discusión técnica reservada a economistas. Es una decisión que atraviesa la vida diaria de las personas y la sostenibilidad de las empresas, y cuyos efectos se sentirán mucho más allá del recibo de nómina.
En el papel, un incremento significativo del salario mínimo busca proteger el ingreso de millones de trabajadores. En la práctica, un ajuste de esta magnitud se filtra rápidamente por toda la economía, encareciendo servicios, presionando costos y alimentando una espiral inflacionaria que termina diluyendo el beneficio inicial.
El anuncio que el Gobierno hará esta noche en alocución presidencial podría marcar un punto de quiebre en la discusión salarial del país. El aumento propuesto del salario mínimo, cercano al 23%, llevaría el ingreso mensual de $1.423.500 a $1.750.905, una variación pocas veces vista en la historia reciente de Colombia.
En el discurso público, la medida se presenta como un alivio para millones de trabajadores. En la práctica, un incremento de esta magnitud no se queda en la nómina: se filtra, se multiplica y termina impactando precios, servicios, inflación y sostenibilidad empresarial.
El salario mínimo no vive solo en el mercado laboral
En Colombia, el salario mínimo es una variable estructural, no solo laboral. Es la base de cálculo de:
Servicios tercerizados
Contratos de vigilancia, aseo y mantenimiento
Costos operativos de restaurantes y comercio
Cuotas de administración
Tarifas de múltiples servicios intensivos en mano de obra
Por eso, cuando el salario mínimo sube 23% de un solo golpe, la economía completa ajusta.
El impacto cotidiano: donde realmente se siente
Para entender el alcance del aumento basta mirar la vida diaria:
Restaurantes y cafeterías: ayudantes de cocina, personal de aseo, meseros. El aumento se traduce en platos más caros.
Conjuntos residenciales y oficinas: celadores, limpieza, mantenimiento. El resultado: administraciones más altas.
Empresas de servicios generales: vigilancia, logística, mensajería. Sectores donde el salario mínimo representa la mayor parte del costo.
Pequeños negocios: con márgenes ajustados, donde absorber un aumento del 23 % es simplemente imposible.
El incremento salarial, sin una compensación en productividad, termina siendo trasladado al consumidor final.
¿Quiénes ganan salario mínimo?
Una parte significativa de quienes devengan salario mínimo en Colombia trabaja en servicios operativos y oficios esenciales: cocina, aseo, vigilancia, comercio, logística. Son empleos indispensables, pero también altamente sensibles a los costos.
El riesgo es evidente: si todo sube al mismo tiempo, el poder adquisitivo real no mejora. El ingreso aumenta, pero también lo hacen la comida, la vivienda, los servicios y el transporte. El beneficio se diluye.
El dilema empresarial: ajustar o desaparecer
Para las empresas, especialmente pymes, el aumento propuesto representa un choque directo a la estructura de costos. Como los ingresos no crecen al mismo ritmo, la reacción es inevitable:
Optimización agresiva de gastos
Congelación de contrataciones
Automatización de procesos
Reducción de beneficios
Aplazamiento de inversiones
No por decisión ideológica, sino por supervivencia. Un aumento mal calibrado puede terminar reduciendo empleo formal, justo lo contrario de lo que se busca proteger.
Inflación: el efecto silencioso del 23%
Cuando un aumento salarial no está respaldado por productividad, se convierte en presión inflacionaria. No inmediata, pero persistente.
Más caro comer afuera.
Más costoso vivir en comunidad.
Más presión sobre los servicios.
Y al final, menos capacidad real de compra, incluso para quienes reciben el aumento.
Una decisión que exige algo más que popularidad
Mejorar el ingreso de los trabajadores es un objetivo legítimo. Pero hacerlo exclusivamente vía salario mínimo, y con un ajuste del 23%, sin una discusión paralela sobre productividad, formalización y costos empresariales, es una apuesta riesgosa.
El salario mínimo no puede seguir siendo el único amortiguador social, porque termina convirtiéndose en un acelerador de inflación y un freno para el empleo formal.
El mensaje para 2026
El problema no es que el salario mínimo suba. El problema es qué tan alto, qué tan rápido y sin qué acompañamientos.
Porque cuando el salario mínimo sube 23%, la economía completa pasa la cuenta.
Y esa cuenta, inevitablemente, la terminamos pagando todos.