
Cuando la educación habla con voz de inteligencia artificial
La inteligencia artificial ya apoya docentes, personaliza clases y reduce brechas educativas en Colombia. Su regulación debe basarse en confianza, no temor.
Miércoles, Agosto 6, 2025
Imagina que una foto tuya puede hablar. Que tu voz y tus palabras lleguen a miles, gracias a una aplicación de inteligencia artificial. Suena futurista, pero es ya una realidad.
Hoy, mientras lees esta columna, mi rostro habla a través de una herramienta de IA que convierte texto en video. No es magia. Es tecnología al servicio del aprendizaje.
En un momento en que Colombia inicia el debate legislativo sobre la regulación de la inteligencia artificial en la educación, como lo plantea el proyecto radicado recientemente en el Congreso, debemos ver más allá del temor a lo desconocido porque la IA es una oportunidad.
Según la UNESCO, más del 80 % de los países de América Latina aún no integran la inteligencia artificial de manera estructural en sus sistemas educativos. En Colombia, el CONPES 4069 de 2021 ya daba unos trazos para aprovechar el poder de los datos y la IA para mejorar los servicios públicos, incluida la educación, y luego con el CONPES 4144 de 2025 como hoja de ruta para la IA.
Pero aún hay mucho por hacer. El reto no es solo técnico, es ético y pedagógico. Herramientas como ChatGPT, Socratic de Google, o inclusive los generadores de voz y video, ya están ayudando a:
Personalizar la enseñanza
Apoyar a docentes en la preparación de clases
Traducir contenidos
Generar materiales accesibles para estudiantes con discapacidad
Acompañar procesos de autoaprendizaje en zonas rurales
Un ejemplo concreto: según el informe EdTech Trends 2024 de HolonIQ, en el último año, las plataformas basadas en IA han crecido un 300 % en América Latina, y los usos más comunes están en la educación de idiomas, la tutoría personalizada y la evaluación automatizada.
¿Puede una IA reemplazar a un maestro? No. Pero sí puede ayudarle a llegar más lejos, con mejores recursos, con alertas tempranas frente al rezago escolar, y con acompañamiento emocional en entornos virtuales.
La regulación propuesta no puede nacer del miedo, sino de la confianza inteligente. Sí, necesitamos lineamientos claros, ética algorítmica y protección de datos. Pero también una inversión decidida en formación docente, infraestructura digital, y en la construcción de una IA con propósito público, capaz de reflejar nuestra diversidad cultural y lingüística.
En zonas rurales donde no hay suficientes profesores, la IA puede apoyar tutorías asincrónicas. En comunidades indígenas, puede traducir y adaptar contenidos. En contextos urbanos, puede ayudar a detectar problemas de aprendizaje antes de que sea tarde.
Desde mi experiencia dirigiendo Computadores para Educar vimos cómo, cuando se entrega tecnología con sentido, acompañamiento y visión pedagógica, los estudiantes no solo aprenden más, se empoderan. La IA debe ser vista así: como un aliado para cerrar brechas, no como una amenaza abstracta.
Colombia tiene la oportunidad de liderar un modelo de integración de IA educativa con enfoque ético, social y territorial. Uno que no excluya a quienes menos tienen, sino que, por el contrario, los priorice.
La inteligencia artificial no va a reemplazar la cercanía de un maestro ni el vínculo de un aula. Pero sí puede ser esa mano extendida que lleve la educación a donde hoy no llega; y eso, en un país como el nuestro, puede ser revolucionario.