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Antes no se alertaba ni se promovía tanto la vida saludable, no existían campañas para que las personas hicieran más ejercicio y no había tanta consciencia respecto a conductas de bienestar.
Mario Suárez

Mario Suárez

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Hace unos años trabajando para una marca de pastas, hicimos un estudio de cómo era un plato promedio de comida en Colombia. En los resultados, sobresalió la gran cantidad de carbohidratos por plato que era mucho más alta de la cantidad esperada, pero lo que más nos sorprendió a pesar de esto, fue escuchar que la gran mayoría de personas decían estar alimentándose y alimentando a sus familias de “manera balanceada”. 

Es decir que el comúnmente conocido como ACPM (Arroz, carne, papa y maduro) no solo es cierto, sino que además es bastante desproporcionado entre cada una de las siglas, siendo la “carne” la de menor proporción.

Hace otros muchos años, era normal ver a todo el mundo fumando, incluso hasta los médicos en consulta. En los aviones se permitía fumar, nos alcanzaron a tocar aviones que en cada silla tenían un cenicero. Las madres compartían con sus hijos bebés y hasta los amamantaban mientras fumaban.

Antes no se alertaba ni se promovía tanto la vida saludable, no existían campañas para que las personas hicieran más ejercicio y no había tanta consciencia respecto a conductas de bienestar. No existían carreras atléticas cada 8 días ni la ciclovía. No había el boom de subir a patios y tener una bicicleta costosa, ni tampoco un gimnasio en cada calle.

Además del consumismo, el marketing y el descubrimiento de cada vez más enfermedades y sus causas, la comunicación, la información y la moda también han impactado en que cada día las personas tengamos más consciencia de cómo cuidarnos.

Hasta hace muy poco, para mí era un gran snack, “saludable” y delicioso comer queso. No me preocupaba si comía mucho de esto, pues sentía que le estaba haciendo bien a mi cuerpo y por lo tanto a mi vida. En mi opinión, era proteína y se supone que eso es bueno. Pues resulta que solo hasta hace unos meses, mi percepción ha cambiado y mi consumo de queso ha disminuido, porque ahora veo en la etiqueta una alerta negra que dice “Alto en Sodio” y “alto en grasas”.

El inicio del etiquetado frontal, hace unos meses, además de la implementación de los “impuestos saludables” (es decir, gravar con más impuestos los “alimentos ultraprocesados” y que no aportan beneficios nutricionales sino al contrario), ha impactado considerablemente no solo en la economía de los tenderos que ahora ven afectadas sus ventas, sino también en la percepción de los consumidores como yo que solo hasta ahora estamos siendo conscientes del impacto en la salud de acciones que antes considerábamos buenas o normales. De acuerdo a un estudio reciente, las gaseosas y los snacks fueron los más afectados en reducción en ventas y muy bien por eso.

Esta medida ya implementada en México hace unos años, ha impactado de manera positiva en la salud pública, especialmente en los índices de obesidad donde antes punteaba el país azteca, pues ha generado más consciencia haciendo que se reduzca el consumo de aquello que no es bueno para la salud o al menos generando la alerta y creando consciencia respecto a qué otras acciones se tienen en cuenta para contrarrestar el estar consumiendo algo que sabemos no es tan bueno. 

Y este es el punto, la información y la efectividad en la comunicación lo que se debe crear. Formas eficientes de alertar y ayudarle a los consumidores a que tomen consciencia y sean ellos mismos quienes decidan si continuan con su consumo o si van a tener acciones complementarias para que ese “consumo indulgente” no impacte de manera negativa en sus vidas ni se llegue al abuso.

Unas medidas más efectivas que otras, en el pasado ya hemos visto cómo las cajetillas de cigarrillos contienen mensajes bastante trágicos respecto a las consecuencias del consumo de tabaco, cada botella de alcohol tiene un mensaje del peligro para la salud. 

Incluso en festivales de música y conciertos está “Échele cabeza”, una oficina donde realizan exámenes químicos a una muestra de las drogas que llevan los consumidores para informarse realmente de lo que contienen y qué sustancias van a consumir, de tal manera que ya quede a decisión del consumidor si la usará o no. Por supuesto todo esto acompañado de profesionales médicos, psicólogos y de laboratorio junto con los mensajes de prevención del uso de drogas, eliminando totalmente el tabú y generando una aproximación más consciente de libertad del consumidor y con el problema, pues parten del hecho que es mejor acompañar e informar a quien ya lo va a hacer para que sea él quien decida.

Así como gracias a la comunicación publicitaria ahora todos decidimos utilizar champú sin sal o en su momento buscábamos un aceite de origen vegetal sin colesterol a sabiendas que lo vegetal no tiene colesterol, no subestimemos el impacto de la información y el impacto que esta puede tener en nuestras vidas, no solo para lo bueno sino también para lo malo, veamos cómo las campañas políticas y muchos medios nos venden una idea bastante errónea de la realidad.

Así las cosas, me pregunta: en su momento fue el tabaco, luego el azúcar, ahora el sodio.

¿Quién será el próximo enemigo de la salud pública dispuesto a “acabar con la humanidad de manera camuflada"?

¿Qué pasó con la capa de ozono y su gigantesco hueco que nos dijeron hace años que se agrandaba con el uso de aerosoles? ¿Será que gracias a las etiquetas de “No daña la capa de Ozono” este se cerró?

¿Cuál será nuestra próxima gran preocupación en términos de consumo?