La Amazonía nos convoca
La COP30 en Belém marca un punto de inflexión: el Sur Global asume el liderazgo climático con la Amazonía como eje de justicia y esperanza planetaria.
Miércoles, Noviembre 5, 2025
En noviembre, todas las miradas del mundo estarán puestas sobre Belém, en el corazón de la Amazonía brasileña, sede de la COP30. No es un lugar cualquiera. Es el pulmón del planeta, el hogar de más de 400 pueblos indígenas, el ecosistema más biodiverso del mundo y, hoy más que nunca, el epicentro de la esperanza climática global.
Desde Colombia, no podemos ver esta cumbre como una más. Es la primera vez que la COP se realiza en la selva tropical. Es también la primera vez que nuestra región, América Latina y el Caribe, lidera desde el territorio la conversación climática más importante del planeta. Y es la oportunidad más clara que tenemos para decir, con una sola voz, el cambio climático no es solo una crisis ambiental, es una crisis de equidad, de justicia y de modelos de desarrollo.
Colombia llega a esta cita con una posición firme y valiente: biodiversidad como solución climática, eliminación progresiva de los combustibles fósiles y reforma al sistema financiero internacional. Tres apuestas que reflejan nuestra convicción de que no se trata solo de reducir emisiones, sino de repensar el desarrollo desde una ética del cuidado, la sostenibilidad y la inclusión.
Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos que el mundo entienda que cuidar la Amazonía es un deber compartido. Que proteger nuestros bosques no puede ser un sacrificio sin compensación. Que las transiciones energéticas deben ser justas, con financiación real, sin aumentar la deuda de los países del Sur. Y que el conocimiento indígena, ancestral y comunitario no es un complemento: es el corazón de la solución.
En un momento donde la ciencia advierte que estamos peligrosamente cerca de superar el límite de +1.5 °C, la COP30 no puede ser un evento de discursos. Debe ser un punto de inflexión. Un espacio donde los compromisos se traduzcan en recursos, donde las decisiones reflejen la urgencia de quienes ya viven las consecuencias de la crisis climática: las comunidades rurales, las mujeres campesinas, los jóvenes sin oportunidades, los pueblos indígenas desplazados por incendios o sequías.
Desde mi trabajo en educación, innovación y políticas públicas, sé que la transformación es posible cuando conectamos el conocimiento con la acción. Lo mismo debe ocurrir ahora con la política climática global. No bastan los acuerdos, necesitamos implementación, coherencia y participación. Que la justicia climática deje de ser un discurso aspiracional y se convierta en realidad medible.
Belém nos recuerda que no hay futuro posible sin la Amazonía. Que el destino del planeta se juega también en nuestras selvas, ríos y territorios. Y que América Latina, históricamente marginada en las decisiones globales, hoy tiene una oportunidad única para liderar desde la experiencia, desde la resistencia y desde la esperanza.
Ojalá la COP30 no pase a la historia como una cumbre más, sino como el momento en que el Sur Global se puso de pie, habló claro y cambió el rumbo del mundo.